Lo primero es la familia
Todo concluye al fin, y así lo hace la franquicia de terror más redituable de la historia. Una pareja de investigadores de lo paranormal, que abrieron el juego a casi una docena de títulos en un universo compartido. Ahora los Warren enfrentan su final, cuando su hija se pone en juego en El Conjuro 4: Últimos Ritos.
¿De qué va?
El Conjuro: Último Ritos ofrece otro emocionante capítulo del icónico universo cinematográfico de El Conjuro, basado en hechos reales. Vera Farmiga y Patrick Wilson se reúnen para un último caso como los célebres investigadores paranormales de la vida real, Ed y Lorraine Warren, en una adición poderosa y escalofriante a la franquicia que rompe récords en taquilla global.
La saga El Conjuro es uno de esos casos de estudio para el cine comercial occidental. James Wan, había logrado dar con la tecla en un tono terrorífico con Insidious – La Noche del Demonio, y con el mismo protagonista adaptó la historia real de una pareja de investigadores de lo paranormal, los Warren. El resto es leyenda.

Al éxito de la primera parte se le apareció una secuela y luego un spin-off, y luego más productos satélites, en un experimento pocas veces visto: una franquicia de terror que no daba vueltas alrededor de un sólo personaje. Lejos quedaban los monstruos de finales de los ochenta, ahora todo giraba alrededor de Ed y Lorraine Warren (Vera Farmiga y Patrick Wilson).
Mientras que La Monja pasaba sin pena ni gloria, Anabelle conseguía establecer una trilogía, con una tercera parte que conectaba directamente con la familia protagonista, y presentaba a Judy, la niña que los Warren supieron concebir y educar. Ahora, en El Conjuro 4: Últimos Ritos, conectamos con esa historia y somos testigos del caso final.

El protagonismo se licua entre los Warren, su hija (interpretada por Mia Tomlinson) y su novio, y luego la familia que vive el acoso fantasmal. Como pasaba en las anteriores, el caso no se cruza con Ed y Lorraine hasta alcanzado un poco más que el punto medio, y acá esa estructura funciona mejor porque nos permite saber más de Judy.
Sabemos que nació en lo extraño, y vemos su conexión tanto con la muñeca maldita, como con el demonio de ojos amarillos (para las viudas de Supernatural, esto es un flechazo al corazón). Ella se convierte en un vértice importante de la narrativa, y termina construyendo un sólido triángulo con sus padres. El detalle del novio suma, sobre todo cuando conocemos su pasado reciente.

El caso no es tan potente como los anteriores, es una excusa argumental para unir el pasado con el presente, para traer nuevamente al Padre Gordon (Steve Coulter) y para aportar la humanidad que nos hará empatizar y sufrir más con su padecimiento. Incluso, repiten tanto la fórmula que no produce terror, sino cierta ansiedad.
Quizás la mano de James Wan hubiese sido más efectiva que la de Michael Chaves, su director, que tiene experiencia en la franquicia, pero con una visión más genérica. Es el juego entre la «normalidad» y la familia por un lado, y lo horroroso y oscuro por el otro dónde el modelo encuentra su buen funcionamiento. Si antes sufríamos por la pareja Warren, ahora sufrimos más por lo que ellos más temen: perder a su hija.

Por supuesto que habrá sustos y situaciones para algún jumpscare, pero ninguno reviste algún tipo de novedad o parámetro disruptivo. Todo se puede adivinar y adelantar, pero es en el juego de la humanidad de sus protagonistas en donde anidamos para conectar y sufrir por ellos. La idea narrativa de juntar espectros con demonios, también es una manera de cerrar con un moño la franquicia.
El Conjuro 4: Últimos Ritos explica porqué éste fue el último caso de los Warren y nos regala una secuencia final digna de Avengers Endgame. Corona un camino sinuoso pero efectivo de una saga que puso al terror en el top de consumo sin olvidar lo que hace grande a este género: sus personajes. Que nos de algo de nostalgia hacia el final habla de lo auténtico que fue todo el proceso.


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