Después de las pruebas de Prometheus y Covenant, regresan los xenomorfos más conocidos del universo
La saga de Alien es una de las más taquilleras y queridas por los fanáticos. Con iteraciones en diferentes momentos de la historia, los xenomorfos atravesaron géneros y resignificaciones. Pero llegó el director Fede Alvarez (Don´t breath, Evil Dead) para volver a la veta terrorífica en Alien: Romulus.
¿De qué va?
Alien: Romulus vuelve a las raíces de la exitosa franquicia Alien. Mientras exploran en las profundidades de una estación espacial abandonada, un grupo de jóvenes colonizadores del espacio se encuentra cara a cara con la forma de vida más aterradora del universo.
En el espacio, nadie te escuchará gritar. Así se vendía en 1979 lo que fue un hito para la ciencia ficción de terror. Una película que llevó al status de estrellas a su director (Ridley Scott) y a su protagonista (Sigourney Weaver). Alien modificó el género para siempre.
Luego hubo una secuela más que exitosa, dirigida por James Cameron. Y luego una caterva de grandes directores con visiones que se alejaban del terror para ir más hacia la acción, el suspenso o el body horror.
Mientras que el director original regresaba para contar las precuelas (Prometheus y Covenant), hubo algo que devolvió las tornas hacia el terror: el éxito del juego Alien: Isolation, una experiencia en primera persona desarrollada después de los eventos de la primera película.
Ahí es cuando llega el director uruguayo Fede Alvarez a tomar el timón, para una secuela de la primera parte que comparte su espíritu y muchas otras cosas.
La protagonista absoluta es Rain (Cailee Spaeny), una muchacha que vive en un planeta sobre explotado y peligroso para la salud, a merced de la compañía Weyland-Yutani.
Junto a su hermano -y androide- Andy (David Jonsson) se meten ilegalmente en una nave abandonada con experimentos, a punto de colisionar con un cinturón de meteoritos.
Y allí comienza la cacería. Una suerte de re-versión de la primera parte, con finas hierbas de la segunda. Esto tiene sentido ya que a nivel cronológico, se encuentra entre ambas.
Y allí radica el único elemento a discutirle a esta versión: la constante filia de conectar y homenajear a toda la franquicia.
Vamos a ser testigos de momentos que parodian secuencias y situaciones de toda la saga, personajes que retoman y muchos planos cameos de elementos o miscelaneas.
Lamentablemente, y como ocurre con productos como las Star Wars de Disney, eso hace trabar levemente la narrativa, ya que no siempre funcionan adaptados a la diegética. Sin embargo, a fuerza de buenos climas, actuaciones y efectos visuales (que se sienten muy prácticos), la trama avanza.
La actuación de Cailee Spaeny es de un gran nivel, en un año que la ha visto trabajar en proyectos de envergadura como Priscilla o Civil War. La humanidad de su personaje, y la potencia a la hora de tomar decisiones y llevarlas a cargo, la colocan como una buena heroína de acción.
Mientras el primer y segundo acto adhieren a la primera y segunda parte de la franquicia, el tercer acto tiene muchos puntos de conexión con la tercera y cuarta. El cambio de subgénero permite una extrañeza que amalgama a toda la saga, incluso a las precuelas de Scott.
Alien: Romulus (nombre heredado de la nave donde sucede la acción, que está dividida en dos partes -Rómulo y Remo-) es un ejercicio de nostalgia terrorífica, una búsqueda de efectos visuales que se sienten reales y viscerales, una conexión de casi 50 años de historias y un reverdecer de una franquicia que aún sigue viva.
Tendremos xenomorfos para rato.
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