El oráculo de Stephen King
El futuro como estepa vacía y triste, el cuerpo como sacrificio de sangre y la utopía como pesimismo a cinco kilometros por hora. Stephen King actúa como oráculo de Delfos del futuro mediato en una adaptación de sus primeros textos, «Camina o Muere«.
¿De qué va?
En un futuro distópico, cien adolescentes participan en una brutal competición conocida como «La larga marcha», donde deben caminar sin descanso: si se detienen o reducen la velocidad de la marcha, mueren. Solo uno sobrevivirá. Adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King.
El tiempo nunca repite las cosas, pero sí las hace rimar. Por eso asusta -o adelanta lo que viene-, la adaptación del primer texto publicado de Stephen King, que presenta una sociedad de post-guerra donde se sacrifican jóvenes de diferentes lugares de Estados Unidos para crear un sentimiento de patriotismo y disciplinamiento. ¿Les suena a algo?

Camina o Muere parece haber estado esperando en la banca de suplentes toda la vida, para estrenarse en una coyuntura que la vuelve aterradoramente relevante. La juventud como sacrificio de sangre, al igual que en tiempos de guerra, pero ahora grabados y seguidos sin cesar mientras deben caminar sin detenerse jamás.
Jamás quiere decir nunca, no pueden dormir ni detenerse a hacer sus necesidades básicas siquiera. La cuestión del espectáculo para entretener a las masas que observan, matchea a esta película con la saga de The Hunger Games y por ello repite a su director: Francis Lawrence.
Experto, luego de encarar productos como Constantine (la que protagoniza Keanu Reeves), I am Legend o Red Sparrow, en la capacidad de mantener la tensión y poder llevar a la «realidad» cuestiones distópicas y alineadas a la ciencia ficción, Lawrence logra a la perfección contar una situación monótona de manera épica y con humanidad.

Porque lo que vamos a ver es a jóvenes caminando sin parar, so pena de detenerse y ser exterminados al instante, interactuando y ofreciendo humanidad a una situación cruel e insensible. Animales ofrecidos al entretenimiento, por un Estado que adoctrina y asusta a través de la muerte y el «sentido de patriotismo».
Cuando en el medio del camino uno de los adolescentes pregunta «¿se dieron cuenta que nos hacen creer que tenemos una opción de no participar, pero aquí nadie la pudo tomar?», entendemos cómo funciona ese mundo capitalista, productivista y dictatorial populista. Nada que ver con este presente.

El fuerte de Camina o Muere está en sus actuaciones, capaces de resistir un tour de force físico constante y una montaña rusa de emociones y cambios estructurales en su forma de ver el mundo. La incapacidad de dormir puede ser la puerta de entrada para una apertura a nuevas visiones.
Es allí donde Cooper Hoffman vuelve a brillar (y van…), mientras que David Jonsson (Alien Romulus) se reivindica de su cyborg anodino y falto de matices. El resto del elenco no desentona, permitiendo una diversidad que da esperanza en las nuevas generaciones.
Y es imposible no nombrar a Mark Hamill, que viene de representar a otro personaje del universo de Stephen King (en The Life of Chuck), y que parece divertirse a lo grande con su villanía militar, construyendo a un dictador vestido de populista llamado The Major (El Mayor).

La crudeza y cierta morbosidad sorprende, teniendo que levantar un semáforo amarillo para ciertas almas sensibles. Asesinatos, defecaciones y vómitos en primer plano, y otras vejaciones, son moneda corriente en este retrato que nunca llega a regodearse de eso.
Camina o Muere usa la deshumanización como parábola del sustento que nos hace humanos. La amistad, el compañerismo, el sacrificio, el perdón, comer, dormir, cojer… Aquello que este futuro distópico quiere exterminar o borrar, ¿o estamos retratando de manera ALGO exagerada un presente tenebroso y lúgubre?
¿Es acaso una advertencia? El final de la película puede que sea el grito definitivo, o un grito de atención. No vamos a parar de caminar, ¿son capaces de seguirnos el paso?


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