La imaginación al poder

¿Existe algo más poderoso que la imaginación de un niño? En Dibujos Imaginarios esa pregunta se contesta de manera literal. Cuando el dolor no se puede comunicar con las palabras, llega el arte para destruir y a la vez sanar. Una historia ATP con gustito al cine de monstruos.

¿De qué va?

Todavía conmocionado por la pérdida inesperada de su esposa, un padre soltero navega en territorio desconocido cuando los dibujos cómicamente oscuros y garabateados de su hija comienzan a cobrar vida y causan estragos en su pequeño pueblo.

El cine infantil muchas veces tiene fama de naive y simple. El lugar común de «los chicos no piensan tanto» se termina pervirtiendo en una estructura infantilista casi denigrante, mientras los sobre-estímulos y las pantallas continuas se van convirtiendo en enemigos casi imposibles de sortear.

Seth Worley es un director novel, y esa frescura se transparenta en su ópera prima. Dibujos imaginarios comienza con el pie derecho: pone el foco en los niños, que actúan como tales y nunca se los toma como tontos.

La historia rompe convenciones para entrar por las gigantescas puertas del verosímil desde el inicio: una familia (que tuvo una gran pérdida) está por vender su casa para comenzar su vida de cero. El hijo, que cree tener todo en control, descubre una laguna mágica donde todo lo que se arroja se arregla o vuelve a la vida.

La capacidad lúdica de los protagonistas infantiles, más el buen hacer de los adultos (D’Arcy Carden –The Good Place– y Tony Hale –Veep-) crea una estructura dramática donde todo es posible. Una dónde vemos un pequeño apocalipsis a base de colores, texturas y glitter.

Amber (una estupenda Bianca Belle) se encuentra en tiempos de duelo y dolor silencioso. Con la partida de su madre, el silencio de su padre y la sobre adaptación de su hermano, termina creando un mundo a base de dibujos oscuros, retorcidos y peligrosamente imaginativos. Cuando todos ellos cobran vida… todo se complica.

En Dibujos Imaginarios no hay buenos o malos, incluso no hay héroes y villanos, sólo seres humanos intentando sobrevivir un día a la vez haciendo lo que pueden con la realidad que les toca. La aparición de los monstruos realza ese atributo, ¿están escapando de un bípedo gigante de glitter azul que está por comerse su micro escolar? Sí, pero además pueden estar hablando de lo que les pasa.

Cómo si fuese un videojuego, el trío protagonista infantil irá derrotando a los monstruos cuál si fuesen final bosses, mientras piensan cuál es la solución antes que todo se salga (más) de control. El diseño de cada uno de los bichos, la ejecución de los vfxs -entre serios y caricaturescos- crea un micro universo donde nos comenzamos a preocupar como si todo fuese real.

Estamos ante una película independiente, diferente y cargada de ideas visuales. Actuaciones con corazón y en el tono justo -tanto de los niños cómo los adultos-, y el entendimiento del dispositivo audiovisual para conmover, hablar sobre temas profundos y nunca burlarse de la etapa más difícil, ingenua, idealista y creativa que existe.

Y una de los aciertos más importantes: nunca quiere aleccionar o meter un «momento de llorar». Dibujos imaginarios entiende que cómo los monstruos son los miedos de una niña que atraviesa un duelo sin saber que hacer con la pérdida, el sentimiento no es necesario de sobre-exponer… sino se quema el material foto sensible. Todo se siente real, y a corazón abierto esa magia de la emoción sucede.