Sintiéndolo mucho: tan joven y tan viejo

por | 31-03-2023 | Documental, Reseñas | 0 Comentarios

El documental sobre Sabina llegó a Star+

En tiempos donde las figuras de la música comienzan a convertirse en ficciones para cines y plataformas (luego del boom de Bohemian Rhapsody, Rocketman o I wanna dance with somebody), un clásico se mantiene en un formato ídem: Joaquín Sabina es seguido de cerca durante muchos años para hablar sobre su vida y su pasado en un registro puramente documental: Sintiéndolo Mucho.

¿De qué va?

“Sintiéndolo mucho”​es un retrato de Joaquín Sabina sin bombín, hecho a muy pocos centímetros de su piel, con nocturnidad y alevosía, por su amigo, el cineasta Fernando León de Aranoa. Un relato como su voz, áspero y sin ecualizar, que cuenta sin atenuantes la intimidad del artista, sus bambalinas, su cara B. Que comienza cuando baja del escenario, que le acompaña en lo cotidiano, y así en lo inesperado: en la risa y en el drama. Es el resultado de trece años de rodaje juntos, y recorre todos los escenarios de Joaquín Sabina, públicos y privados, luminosos y ocultos. Un recorrido por las claves de su vida y de su trabajo: por lo que le mueve, por lo que le inspira, por lo que le duele, desarrollado siempre a partir de situaciones vivas, compartidas, entre músico y cineasta.

Sintiéndolo mucho, es el resultado de trece años de rodaje en los que se recorren todos los escenarios de Joaquín Sabina: públicos y privados, luminosos y ocultos. Un viaje por las claves de su vida y de su trabajo, por lo que lo mueve, por lo que lo inspira y por lo que le duele; desarrollado siempre a partir de situaciones vivas y compartidas entre Joaquín y Fernando.

En tiempos de redes sociales es complicado tomarse el tiempo para sentarse y simplemente escuchar la historia de vida de una persona… aunque sea la de un juglar que atravesó a varias generaciones con una catarata de canciones y contradicciones más poderosas que un huracán. Pero luego de saltar la dificultad de la inmediatez del ahora-ya-mismo hay que encontrar a quien lleve ese registro documental, y que necesariamente esté encima -respirando- sobre el objeto a retratar; y ahí estuvo su director.

“Esta película es un extraño privilegio que, como cineasta, quisiera compartir con el público: el de pasar un rato a solas con Joaquín cuando no es Sabina. Hace ya trece años comencé a rodar con él, a acompañarlo en su día a día, en los ensayos, las giras y en su entorno para retratar al artista en sus mejores y peores momentos; y su personalidad, tan ligada a su obra y a su creatividad. Ha sido muy divertido”, afirma Fernando León de Aranoa, director de la película. 

Si algo logra este documental es meterse de lleno en el mundo del artista, un mundo que en su mayoría se debate en tres vertientes: las giras, las grabaciones y el contacto con la gente. Aranoa logra participar durante muchos años en cada una de las actividades de Sabina, logrando un efecto invisibilizador que pone de manifiesto la humanidad del cantante. Ese mismo efecto permite que veamos a la persona detrás del mito, una que puede sufrir por las pérdidas, que puede hacerse cargo que el amor lo salvó o que alega «seré muy progre, pero nunca voy a dejar de amar las matanzas de toros».

Los momentos de más humanidad permiten escuchar a través de los silencios, las miradas y los diálogos el retumbar de un corazón tan jóven y tan viejo que a sus sesenta y dieces largos se encuentra a punto caramelo para hacer una recapitulación de una vida imposible: alguien que creía iba a ser un profesor de una universidad en los márgenes y terminó recorriendo el mundo a través de sus canciones.

Todo arranca en las vísperas de un recital y finaliza en uno con un cierre de telón trágico; en el medio tanto el director como el entrevistado parecen jugar a elegir aleatoriamente momentos de los 13 años en que se tomaron registro para armar el rompecabezas de una persona compleja y muy humana.

Cuando todo parece ser una situación para mostrar el amor de sus fans coterráneos, se termina abrevando en una secuencia hermosísima en donde Sabina se reencuentra con su padre a través de unos textos que éste escribía mientras se iba apagando. El final, con un Joaquín emocionado cerrando el círculo de sus orígenes, es material suficiente para llamar a tu familia y decirles que la amás. Y cuando todo parece ser otra situación de recital, somos parte de un accidente que ya había sido profetizado desde el inicio del documental y entre tanta información había quedado perdido.

Cada secuencia encierra una característica de Joaquín Sabina. Y lo que parece una estructura aleatoria, parece tener sentido.

Por eso se agradece que hacia el final -con la excusa de grabar un tema musical que lleva el nombre del documental- veamos a un artista cansado que lo sigan con la cámara… cansado de ser posturita para agradar, entendiendo que al «venderse» a través de la imagen deja de cantar como él, al ser grabado se auto-impone una perfección de la que no se quiere hacer cargo.

Y ya nos entregó todo; y mientras las cámaras se apagan y dejan de seguirlo, nosotros entendemos que debemos dejar de vivir en esta suerte de Gran Hermano de la trova española. Ya nos alimentamos con sus palabras, su vida y sus canciones; lo vimos contradecirse, emocionarse y estar al borde de la muerte. Joaquín Sabina es más que un artista, es una leyenda viva de la cultura iberoamericana y el documental lo retrata al natural. Cómo sucedió con él, terminamos sintiéndolo mucho.

A partir de hoy, 31 de marzo, pueden encontrar el documental disponible exclusivamente en Star+.

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Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

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