La verdad escondida en la imaginación
La productora Blumhouse continua con su raid evangelizador de llevar el terror a diferentes espacios. Con una historia original, la casa matriz del horror busca apelar a lo más profundo: la imaginación en la niñez como creación o producto de las zonas más oscuras de lo paranormal. Esto es Imaginario: Juguete diabólico.
¿De qué va?
La historia se centra en Jessica (DeWanda Wise), quien, junto a su familia, se muda de nuevo a su casa de la infancia. Su hijastra menor Alice (Pyper Braun) desarrolla una extraña fijación por un oso de peluche llamado Chauncey que encuentra en el sótano. Alice emprende con el muñeco juegos que empiezan siendo inocentes y se vuelven cada vez más siniestros. A medida que el comportamiento de Alice se vuelve más y más preocupante, Jessica interviene solo para darse cuenta de que Chauncey es mucho más que el oso de peluche que creía que era.
Imaginario; Juguete diabólico es una historia de la redención. De volver a enfrentar los propios demonios. En otros géneros, podría simbolizarse en largas y pesadas conversaciones con profesionales de la salud mental, caminatas pensativas, o charlas con personas queridas.
Pero el terror es otra cosa. Y esta película deja de lado cualquier estructura simbólica de lado para contestar la pregunta más incómoda de todas ¿y si los amigos imaginarios realmente existen?
La imaginación en las infancias es febril. Pueden inventar historias sin lógica ni sentido, pero plenas en imágenes o sentimientos; pueden dejar a un costado el verosímil y entrar de lleno en costas con nuevas reglas con una facilidad apabullante.
O pueden simplemente crear amigos imaginarios con personalidades complejas, historias de vida y relaciones que nunca nadie llega a poder ver.
En Imaginario; Juguete diabólico todo comienza con una situación pesadillesca, una que Jessica (DeWanda Wise) parece llevar consigo hace mucho tiempo.
Ella tiene una historia familiar problemática, y enfrenta esos fantasmas con dibujos en cuentos infantiles que desafían la cobardía de los niños. Además, convive con una pareja que es músico y tiene dos hijas.
¿La madre de ellas? Una mujer tóxica que tiene prohibido verlas.
Así que Jessica decide volver a su hogar primigenio con esta nueva familia ensamblada. Va a re-descubrir los lugares que frecuentaba, las paredes que pintaba y los vecinos extraños.
Pero algo más regresa.
Chauncey es un oso de peluche que de alguna forma llama a Alice (Pyper Braun), la hijastra menor. Es una suerte de entidad capaz de manipular las cosas a su alrededor, y Alice -teniendo que atravesar la situación de separación materna- se aferra a él como una herramienta.
Pero cuando aparece una lista escrita por la niña con una suerte de «receta» con diferentes retos (algunos muy sangrientos), se comienza a destrabar en Jessica recuerdos de cuando vivía en ese lugar.
De alguna manera, Imaginario: Juguete diabólico es una suerte de versión negativa de Laberinto, ese clásico de 1986. Aquí también descubrimos que existe un mundo por fuera del mundo, donde una madrastra y una hermana mayor deben ir, en aras de salvar a la pequeña. Jeff Wadlow, su director parece haber tomado nota.
La construcción de Chauncey se va haciendo de a poco, y es bastante correcta. Lo extraño es que el tercer acto es absolutamente diferente a todo el resto. Tiene un trabajo de arte increíble, pero escapa a lo sutil que iban trabajando antes.
Imaginario: Juguete diabólico en ese punto se parece más a las películas de antaño. Con un poco más de situaciones terroríficas podría haber sido mós sorprendente aún.
La película atraviesa cada uno de los tropos genéricos: la psicóloga, la vecina loca, el noviecito bobo, la nena a la que no le creen, el descubrimiento lógico… y esto la hace algo adivinable a medida que avanza. No obstante, el tercer acto dobla un poco las expectativas.
Una de esas historias que podríamos haber encontrado en un local de VHS un sábado a la noche de un otoño en la década del noventa.
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