Body horror avalado por la iglesia
Una joven que está por iniciar el camino de Dios como monja, viaja a Italia para dar el gran paso. Entre suspicacias, situaciones extrañas y mucho simbolismo religioso, queda embarazada por obra y gracia del Señor. Ese será solo el principio, en Inmaculada.
¿De qué va?
Cecilia (Sydney Sweeney), una monja fervientemente devota, se aventura hacia un remoto convento en la campiña italiana en busca de la consagración espiritual. Sin embargo, lo que inicialmente prometía ser un encuentro espiritual se transforma en una oscura y aterradora pesadilla. A medida que explora los pasillos y los rincones ocultos del convento, Cecilia descubre secretos siniestros y horrores indescriptibles que desafían toda lógica y razón.
El terror religioso funciona extrañamente bien en Latinoamérica, y especialmente Argentina. Películas que fueron muy mal en taquilla con esta temática en Estados Unidos, acá funcionaban extraordinariamente bien. Inmaculada viene a paliar esa necesidad.
Estamos frente a un proyecto personal para Sydney Sweeney, la actriz que hoy es tendencia por sus dotes físicos y desnudos en pantalla, pero que busca algo más.
En Inmaculada no sólo le pone el cuerpo a Cecilia, la protagonista, sino que también es productora.
La historia tiene muchos puntos de contacto con La primera profecía (The First Omen, 2024), que se estrenó un poco tiempo antes. En ambas tenemos iniciadas viajando a otra región para finalizar su proyecto de devoción a Dios, y a ambas le comienzan a suceder cosas extrañas.
Inmaculada tiene cierta libertad que su contraparte no tiene, ya que no forma parte de ninguna franquicia. La posibilidad de jugar sin ataduras, la lleva a comenzar como una película de terror / suspenso religioso, para finalizar en un body horror con imágenes que parecen salidas del extremismo francés.
Su protagonista atraviesa situaciones diversas que la llevan siempre a estar al límite, permitiendo dudar si lo que sucede es real o no.
Mientras tanto, el relato deconstruye los pilares de la religión para mostrar las grietas desde donde se filtrará la oscuridad.
Uno de los obispos fuma como marrano, el cura Sal Tedeschi (interpretado por Álvaro Morte, el Profesor de La casa de papel) dejó una carrera en biología para dedicarse al apostolado, sus compañeras monjas la prefieren muerta… todo para ir formando un damero de oscuridad que irá comiendo la luz hasta terminar todo negro.
«Nosotras sufrimos, en nombre de su amor. Es un regalo. El sufrimiento es amor». Le dice una monja a la protagonista, mientras Jesús la observa clavado desde una cruz. Una manera muy gráfica de adivinar cómo va a terminar todo.
Al quedar embarazada por el ¿Espíritu Santo? toda la abadía festeja y sobreprotege a Cecilia, que comienza a entender que algo no está bien. La conexión con su propia oscuridad, y la que ahora habita en ella la llevan a pergeñar un plan para escapar de ahí.
La película se transforma en un juego del gato y el ratón, que finaliza en una secuencia larguísima y dolorosa, en donde Sydney Sweeney decide jugar fuerte y ofrece unas imágenes que no se podrán olvidar fácil. Tan dolorosas, como ciertas decisiones extremas.
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