Vida y obra de un mono
En el reverdecer de las ficciones basadas en la vida real de músicos estrellas, llega la historia de Robbie Williams. Una narrativa armada a base de traumas infantiles, shows musicales y mucho pelo de mono. El director de The Greatest Showman, Michael Gracey, vuelve a la carga con Better Man.
¿De qué va?
Interpretado por Robbie Williams, esta película nos invita a recorrer los altibajos de su historia. Conocemos la vida de esta superestrella pop desde su niñez, su despegue hacia la fama, su estrepitoso descenso y su remarcable vuelta al mundo del espectáculo.
En tiempos dónde Elton John o Freddy Mercury pueden jugar con las melodías que rodeaban sus vidas escondidas, o Amy Winehouse o The Doors tenían la posibilidad de ennegrecer la pantalla con sus tragedias, el cine musical sigue invirtiendo en personajes… atípicos.

Robbie Williams es una estrella. Quizás no una mega estrella, pero en el cielo su constelación tiene un lugar de relevancia. Pocos recuerdan a Take That (porque luego Boy Bands como Backstreet Boys o NSYNC coaptaron ese espacio memorioso completamente), pero allí fue masivo.
Y también en su etapa como solista. Quizás se recuerda más los escándalos que las canciones en sí. Pero allí está, en un lugar donde el merecimiento audiovisual lo espera. Y lo hace apelando a algo más…
Mientras que la película del cantante de Queen intentaba buscar la mayor similitud con la realidad (los actores se parecían demasiado a sus originales) y la del Sir Elton John apelaba a lo lúdico y sensorial, Better Man decide convertir al protagonista en un mono. El único personaje así, y en un mundo dónde para todos es normal.

Es así una de las películas en la historia del cine con más efectos visuales. Casi no existe un plano no intervenido. ¿Pero es un capricho? Puede que haya algo de eso, ya que el pedido vino directamente del artista. Él quería demostrar como siempre tuvo que ser un mono de feria para que la gente lo mirara y lo convirtiera en lo que es.
Better Man es el camino de auto redención frente al síndrome de impostor, es la carrera contra la neurosis y el miedo por el abandono paternal, es una batalla contra las sustancias psicotrópicas. Y en el medio, el show, las luces, los colores y la música.

¿El diferencial? La figura de Michael Gracey, el director detrás de The Greatest Showman; a mi entender, una de los mejores productos audiovisuales de los últimos diez años. La capacidad narrativa y de espectáculo visual de este artista es diferente a la gran mayoría de la industria.
Quizás la historia de Better Man no haya estado al nivel para brillar como una supernova. Sin embargo, la catarata de imágenes, bailes y construcciones estéticas encadenadas permiten maravillarse con lo que se ve sobre el paño de la pantalla.
¿Es un problema de expectativas? Desde este lugar digo: SIN DUDAS. Better Man es un espectáculo superior a la media, una historia simple pero con corazón, que a partir del final del segundo acto te estruja el corazón al punto de terminar a llanto puro cuando los títulos aparecen.

Pero encuentro una torpeza narrativa en la primera mitad, con situaciones que se repiten y no hacen avanzar la trama más que hacia el lugar que «tiene-que-ir-porque-así-fue-la-vida-real». Y el cine es más grande que la vida. Y la búsqueda estética de esta película también.
Pero esa historia, que hacia el final se acomoda y emociona, termina siendo un ancla constante que nunca permite hacerla volar. Quizás porque la vida de Robbie Williams no sea tan interesante, o porque el enfoque se hace algo anodino teniendo en cuenta todo lo ya consumido, o porque simplemente no terminamos de empatizar con el simio.
Better Man, sin embargo, es un espectáculo audiovisual sin precedentes, en un momento donde la vara está muy por debajo de las menores expectativas. Los números musicales son pegadizos e imaginativos, y sobre todo el final del segundo acto y todo el tercero son el material con el que está hecha la redención.
0 comentarios