Woody, Buzz y compañía están de vuelta.
Luego de una emocionante tercera parte era posible que no existan más historias de este universo. Pero con algo de escepticismo (sincerémonos) descubrimos hace un año que se venía una nueva película. ¿Una precuela? ¿Una nueva trilogía como Star Wars? Que gran sorpresa disfrutar de esta experiencia cinematográfica sin tanta información, solo maravillándose con lo que estos personajes pueden ofrecer… y el cine también.
Toy Story 4 es un epílogo, uno que no sabíamos que necesitábamos… es una historia de amistad, lealtad, amor, compañerismo. Es crecer, descubrirse, enfrentar los conceptos conocidos. Es una gran enseñanza sobre los que son distintos, sobre lo que es ser distinto. Es una aventura de pies a cabeza, en un universo totalmente verosímil, ya establecido.
Todo lo que conocíamos se ve movilizado con una nueva información: todo puede ser un muñeco, si un niño pone su imaginación en eso. Así que en la nueva familia donde se encuentran nuestros personajes ahora, un nuevo compañero hace acto de aparición: es Forky (tenedorcito, sería…), un tenedor customizado por Bonnie (la nena a la que Andy dejó los muñecos) en su primer día de colegio. Pero claro, Forky no entiende nada… cree ser basura, no cree ser merecedor de llamarse un juguete, de ser amado.
Un viaje como recompensa por haber superado su primer día en el colegio es la excusa para poner a todos nuestros muñecos favoritos en una épica que tiene muchos factores en común con las anteriores películas, pero distinta.
Estamos frente a una película más de Woody que de Buzz, una suerte de círculo que se cierra sobre el Sheriff favorito de Andy. Tom Hanks se luce aportando todo el carisma y corazón que su personaje necesita. Por su parte, Tim Allen le da a su policía espacial una nueva capa teniendo que escuchar su voz interior.
Es una película llena de rencuentros (bienvenida nuevamente, Bo Peep), de nuevos «villanos»: Christina Hendricks como Gabby Gabby encuentra la perfecta alquimia para ser vulnerable y terrorífica; el dúo de Bunny y Ducky (Jordan Peele y Keegan-Michael Key) aportan grandes dosis de humor, sobre todo en sus escenarios mentales; y Keanu Reeves nos sigue demostrando porque es uno de los mejores artistas autoconscientes vivo, haciendo brillar a su Duke Caboom en las pocas secuencias que tiene.
Dirigida por Josh Cooley (que solo ostenta en su CV dos cortometrajes -uno de ellos el de La primera cita de Riley, de Inside Out-) y con guiones de Andrew Stanton (uno de los padres de la criatura) entre otrxs, tenía la dificultad de parecer innecesaria, y se abre paso a través de sentimientos, sensatez y mucho (MUCHO) carisma. Es menester hacer hincapié en lo que puede hacer gráficamente la gente de Pixar, las texturas, el color, los escenarios… todo es un diez absoluto.
Toy Story 4 es un epílogo que suma elementos nuevos a este universo. Es otra carta de despedida, es seguir gastando pañuelos en el cine, es entender que jugar es eterno, como la aventura, como la risa… sin importar la edad, básicamente dejándose maravillar.
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