Un subgénero que no parece tener techo
Hace años que los escualos se convirtieron en un género en sí mismo. Desde Tiburon, de Steven Spielberg, a las locuras de la productora Asylum -con Sharknado como cabeza de compañía- siempre han sabido ser divertidos y mortíferos. Pero con Atrapados en lo profundo todo toma otro nivel.
¿De qué va?
Un grupo de vacacionistas se ve unido por el destino cuando el avión en el que viajan se desploma en el mar a causa de la explosión de una turbina. La tragedia se torna aún más aterradora cuando, el avión queda suspendido en un peligroso risco submarino. Con el oxígeno disminuyendo rápidamente, los sobrevivientes se ven atrapados en una carrera contrarreloj por la vida, enfrentándose a peligros mortales mientras luchan por mantenerse a flote dentro de una reducida burbuja de aire. La amenaza más aterradora aún está por llegar: hambrientos tiburones rodean el avión, convirtiendo la lucha por sobrevivir en una pesadilla en lo profundo del mar. Cada decisión que tomen determinará quién vive y quién muere.
El cine de exploitation siempre ha sabido acomodarse a las épocas. Basado en situaciones hilarantes y bizarras, este tipo de modelo de producción toma géneros que funcionan y los lleva al paroxismo. Artes marciales, gente de color con música funk, extraterrestres cachondos, aviones / terremotos / barcos / otros desastres, dinosaurios, tiburones… Si apunta a un nicho y vende tickets, es ahí.
Hace años que los tiburones funcionan. Pero siempre en recintos más pequeños, primero en películas directo a video (lo que ahora sería directo a streaming) y luego en situaciones de bajo presupuesto. Pocas películas lograban entrar en las productoras grandes.
Por eso, un estreno como el de Atrapados en lo profundo, que sale en más de 120 salas se festeja como un gol para los amantes de los escualos. Pero algo parece crujir debajo de eso.
La película dirigida por Claudio Fäh es una mezcla extraña. Se divide claramente en dos partes: primero es una típica película de desastres en avión, y luego una extraña película de tiburones.
Lo que tienen en común ambas partes es su capacidad para no tomarse en serio y no creerle nada a quienes actúan delante de cámara. Los personajes son acartonados y faltos de gracia. Esto en una estructura de supervivencia es casi un insulto.
Lo que se agradece es la desfachatez. Vender este producto a una compañía grande debe haber sido difícil, tanto o más que una historia sobre una pileta asesina. Pero ahora esos proyectos tienen luz verde, ¿producto del agotamiento del modelo de franquicias?
El otro punto a favor son los efectos visuales. Son pocos, pero de calidad.
Sí, eso pierde ante el sentimiento bizarro de producciones como El tiburón de cinco cabezas o Los tiburones de arena, incluso de la ya nombrada saga de Sharknado (que tenía efectos superiores a sus primos de bajo presupuesto). Pero ofrecer calidad justifica su existencia en salas comerciales.
Lamentablemente, comete un error clave y algo imperdonable: no es divertida. Estructuralmente se pierde en situaciones que no suman, pasteurizando lo que necesitamos… personajes sobreviviendo en algo que parece imposible. Algún que otro sacrificio, y mucho asesinato mala leche.
Los actores, ninguno de alta alcurnia, viven la situación como quien espera la fila para la VTV. Eso le quita épica a algo que por ser ridículo puede ser humanamente reconfortante: la humanidad ante lo imposible, logrando triunfar.
Esto puede ser un primer paso, una búsqueda por profesionalizar géneros exploitation divertidos para los grandes consumidores, una contraofensiva a lo que sucede con el cine en la actualidad. Como siga, depende de sus resultados.
Mientras tanto, siempre tendremos esas películas de bajo presupuesto con tiburones mal realizados para volver a disfrutar.
0 comentarios