El Conde de Montecristo – Un plato helado

por | 09-01-2025 | Cine, Reseñas | 0 Comentarios

La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena

Luego del éxito de la versión de los Tres Mosqueteros, que se estrenó el año pasado, el cine francés vuelve a sus fuentes clásicas para contar nuevamente la historia de venganza definitiva. Con un nivel de producción y actuaciones a la altura, El Conde de Montecristo renace.

¿De qué va?

Edmundo Dantès, un joven marinero de 19 años, está a punto de alcanzar el sueño de su vida: casarse con Mercedes Herrera y convertirse en capitán de su barco. Sin embargo, lo acusan falsamente de conspirar a favor de Napoleón Bonaparte. Encerrado durante 14 años en la prisión del Château d’If, Dantès logra escapar gracias a un audaz plan y se apodera de un tesoro escondido en la isla de Montecristo. Ahora, bajo una nueva identidad, trazará un elaborado plan para vengarse de aquellos que destruyeron su vida.

Hay historias que son eternas. Aquellas que apelan a lo más brutal y animal de nuestra concepción como humanos, aquello que nos acerca más a lo animal de nuestra existencia. Y dos son los tópicos que siempre las circundan: el amor y la muerte.

El Conde de Montecristo, historia pergeñada en 1884 por Alejandro Dumas, sigue siendo actual. Y lo hace apelando a esos dos sentimientos, el alfa y omega de nuestros destinos, pero encadenados por una unión poderosa y eterna: la venganza.

Existe desde el amor, acaba en la muerte, y es guiada por la venganza. Por eso mismo se siente siempre moderna.

Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière dirigen una super producción gigantesca, luego de su éxito como guionistas de las dos películas de los Tres Mosqueteros estrenadas el año pasado: Los tres mosqueteros: D’Artagnan y Los tres mosqueteros: Milady.

Y vuelven a apostar por lo mismo: un cuidado en el arte y los vestuarios, y un nulo escatimar en el presupuesto. El Conde de Montecristo se ve y se siente inmensa. Desde las primeras secuencias donde vemos un puerto de 1800 con cientos de extras sabemos lo que nos vamos a encontrar: un blockbuster con aroma a Europa.

Pero nada funciona si la actuación no está a la altura de la producción, y más en una historia de tres horas donde su protagonista atraviesa más estadios y sufrimiento que La Pasión de Cristo. Ahí es donde aparece Pierre Niney, dando una interpretación plagada de matices, donde el cuerpo se pone al servicio del relato.

El resto del elenco dan en el clavo, pero es imposible no centrar la atención en el Conde. Observar su transición desde la ingenuidad adolescente, al cinismo vengativo adulto más estratégico y frío es tan disfrutable como ser testigos de su plan programado.

Lo más complejo es su duración, en tiempos de tik toks encerrarse en una sala durante más de tres horas puede parecer un sufrimiento; pero El Conde de Montecristo paga bien por ello. El relato, ya mítico a estas alturas, va encadenando todo con tanta rigurosidad, que nada parece sobrar.

Los clásicos siempre van a seguir sonando, y la venganza como un plato frío siempre va a seguir sirviéndose. Aggiornarse a los tiempos modernos, y hacerlo con respeto a la obra original no hace más que enaltecer una película que podrá seguir disfrutándose en el tiempo. Como toda obra perenne que se precie de tal.

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Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

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