El (nuevo) regreso de Nicolas Cage
A24 vuelve, con la producción de Ari Aster, y reposiciona a Cage en la temporada de premios. El hombre de los sueños logra controlar la atención durante más de una hora frente a la pantalla, a fuerza de una gran interpretación de Nicolas Cage y varias buenas ideas visuales y narrativas. Luego, se va desinflando hasta perderse en una estructura que parece desordenada y desarticulada del relato original.
¿De qué va?
Paul Matthews (Nicolas Cage) es un desventurado padre de familia, que ve cómo su vida da un vuelco cuando millones de extraños empiezan a verlo en sueños. Sin las herramientas para manejar este nuevo status, Paul se ve obligado a navegar por su nueva fama. Pero cuando algo cambia y se vuelve más sombrío, el patético profesor deberá aprender a manejar a los odiadores seriales.
Surrealismo como forma de narrar la realidad
Cuando el poeta y crítico francés André Breton publicó el Manifiesto del surrealismo en 1924 seguramente no imaginaba que el movimiento seguiría en boca del público cien años después. Influenciado por el dadaísmo, la salida de la primera Gran Guerra y una búsqueda de experimentación literaria y pictórica (que luego derramó en otras artes), el surrealismo captó a una gran masa de curiosos -en ambos lados del mostrador- al impulsar lo onírico y lo absurdo mediante la expresión automática del pensamiento inconsciente.
El movimiento tiene como base teórica la interpretación de los sueños de Freud, y tuvo entre sus referentes a Max Ernst, Arp, Man Ray, Klee, Girgio de Chirico, Miró, Pablo Picasso, Dalí, Breton, Rousseau, Chagall y Magritte, entre otros. Fue una gran puerta a explorar el arte como forma de llevar a la realidad los pensamientos más impensados, un gran compañero de la fantasía, lo absurdo y el horror.
Y eso es algo que A24, y sobre todo Ari Aster, han sabido capitalizar. Luego de dirigir Beau tiene miedo (Beau Is Afraid, 2023) la nueva estrella audiovisual oficia como productor en una historia que tiene mucho de su última película.
La máquina de hacer pesadillas
Para este cóctel pesadillesco se convocó al director noruego Kristoffer Borgli, que logró compilar el espíritu del productor con elementos de Charlie Kaufman, Spike Jonze y Michel Gondry. Todo eso, basado en una historia “real” ocurrida hace algunos años.
En 2006, cuando ser viral era algo más complejo, se conoció la historia de This Man (Este Hombre), una imagen de una cara que dibujó una paciente de un famoso psiquiatra alegando que aparecía varias veces en sus sueños aunque nunca lo conoció en la realidad. El psiquiatra decidió compartir el retrato a algunos colegas con pacientes que tenían sueños recurrentes y a los pocos meses, cuatro pacientes afirmaron reconocer el retrato. Posteriormente, miles de personas han reportado que también lo han visto en la misma situación, pero sin conocerlo físicamente.
Algo que puede ser un chiste, o el germen de algo viral se bifurca hacia algo más siniestro en El hombre de los sueños.
El incansable Cage
La referencia a Charlie Kaufman y Spike Jonze, no es gratuita. Hace más de veinte años, en El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002), escrita por Kaufman y dirigida por Jonze, su actor protagonista fue nominado por la película en los Oscar y los Globos de Oro. No ganó en ninguna de las dos entregas, pero logró reposicionarse en el ámbito actoral.
Estamos hablando del camaleónico y extraño Nicolas Cage. Sobrino de Francis Ford Coppola, decidió ponerse un nombre artístico para evitar favoritismo componiendo una carrera ecléctica y absurdamente revitalizante. Por cada vez que parece caer, vuelve en forma de Fénix para demostrar lo que ama actuar. Su última nominación en los Globos de Oro fue en 2003, este año volvió a estar nominado por esta película, y aunque perdió ante Paul Giamatti se sintió como una revancha. Su lugar está entre los grandes.
Su Paul Matthews es una suerte de sumiso patético que logró transitar la vida a fuerza de mantener su trabajo como profesor estable, y no mucho más. Se casó, tuvo dos hijas, y nada más extraordinario sucedió con él. Con algunas trazas de Larry David, el personaje no duda en atravesar diferentes estadíos ante la fama de manera sincera y libre, explotando al máximo el patetismo y conformismo con el que atravesó todo su existir.
Una buena idea
El disparador que de un día para el otro gente de todo el mundo comienza a soñar con la misma persona sin conocerla, es interesante. Las ramificaciones en tiempos de redes sociales permiten ofrecer una capa de viralidad que pone en evidencia el rol de los medios y la publicidad.
El problema se da a partir del tercer acto, cuando todo se vuelve confuso y sin arraigo con la tónica inicial. Paul se vuelve un ícono pop de la noche a la mañana, lo invitan a lugares que antes le eran elusivos, genios del marketing le ofrecen campañas, sus estudiantes le prestan atención… pero todo cambia cuando en los sueños comienza a comportarse de manera menos agraciada.
La cultura de la cancelación (y las consecuencias que se generan por el preconcepto que las personas se crean de un ser al que desconocen) se va desarrollando a medida que pasa el meridiano de la segunda mitad, pero esa tensión pero se va desvaneciendo y termina encontrando al personaje en una situación nueva y desconocida, con personajes (interpretados por caras conocidas) que parecen venir a realizar un “cameo del tercer acto” y una capa de verosímil que nunca se había explotado (la posibilidad de controlar los sueños a través de la tecnología).
Todo muy confuso y que le quita fuerza a una idea que narrativa y visualmente comienza muy poderosa, permitiendo asentar a un personaje patético en una nueva realidad, y que luego se va desinflando. No obstante, lo de Nicolas Cage es otra muestra (y van…) que no hay proyecto que no pueda llevar adelante con hidalguía. Uno de los grandes actores de nuestra generación.
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