Tarea difícil la de esta película de Luca Guadgnino (Call me by your name), ponerle Suspiria y darla a luz como remake de aquel clásico de Dario Argento puede producir diversos sentimientos: duda, odio irracional, deseo de fracaso, intriga… las perspectivas no están a la orden del día.
Por suerte, esas bajas expectativas funcionan para cierta sorpresa a la hora de salir de la sala «al final no era tan desastrosa»…
Suspiria es hipnótica, extraña, barroca… esto es un soplo de aire fresco en tiempos de películas genéricas, pero también presenta dificultades cuando se pone demasiado enroscada o lenta, para terminar en un clímax algo sobre explicativo.
Hay que saber que esta versión es una suerte de familiar peleado que decidió exiliarse del seno sanguíneo y arrancar una nueva aventura en otro país. Acá los colores son pastel, el ritmo es pausado, y el clima enrarecido mezcla temas de las diversas cintas del italiano en su saga de las madres.
Destacan las actuaciones de Dakota Johnson y Tilda Swinton (que personifica -a título personal, innecesariamente- tres personajes diferentes), acompañadas por un aquelarre de actrices muy robusto y establecido. Uno les cree y se ve inmerso en esta suerte de estudiantina extraña donde siempre rodea la guadaña de la Sra. Muerte.
A pesar de su duración (152 mins) merece un segundo visionado, para descubrir algunas cosas que pasaron desapercibidas y que se van colando en la cabeza de uno algunos días después de haber sido testigo de ese baile espectral.
No es perfecta, y tiene en contra el haberse presentado en sociedad como remake de un clásico, pero no deja de ser una apuesta arriesgada con grandes ideas visuales. Un viaje lisérgico, que como tal a algunos les pegará bien y a otros… no.
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