Una leyenda asesina francesa / marroquí
2020, un año en el que vivimos en peligro. En marzo, el virus del COVID-19 definió los destinos de todo un planeta, que se encerró para autopreservarse. Pero la rueda cultural seguía girando, y aparecieron películas que se habían finalizado antes de ese momento y que necesitaban salir a la luz en un mundo que no permitía juntarse en una sala a disfrutarla. Kandisha: Mujer Demonio (Kandisha, 2020) tuvo su estreno mundial en el Sitges Film Festival de 2020, sin público en salas, en la Competencia Oficial Fantástica. Y finalmente, esta semana se estrena en cines.
¿De qué va?
Con la intención de divertirse, tres jóvenes invocan a Kandisha, una criatura perversa del folclore marroquí. Uno tras otro, sus familiares empiezan a morir de manera horrible y las chicas buscan la manera de detener el maleficio de Kandisha.
Leyenda Urbana Marroquí
Alexandre Bustillo y Julien Maury vienen dirigiendo y guionando juntos desde hace mucho tiempo. Participaron en conjunto en ABC of Deaths 2 (2014), una saga de cortometrajes de terror internacional en la que alguna vez participaron argentinos; y se metieron de lleno en los clásicos estadounidenses con Leatherface: la máscara del terror (Leatherface, 2017), la precuela del mito de La Masacre de Texas.
Su centro de experimentación siempre giró alrededor del género del horror, y no sorprende que su siguiente película fuese en esa dirección, tomando elementos que le son propios y conocidos.
Kandisha es una leyenda urbana marroquí, una suerte de “La Llorona” que es convocada por mujeres doloridas para vengarse de los hombres. ¿Pero qué tiene que ver Francia con Marruecos?
Marruecos fue un territorio en disputa durante mucho tiempo, con foco durante la Primera Guerra Mundial en donde se dividió en Protectorados tanto de Francia como de España. El francés se convirtió en un idioma utilizado por muchos sectores, y la moneda también era generada por ese país. Esto finalizó el 2 de marzo de 1956, cuando se produjo la independencia formal de Marruecos y el fin del protectorado, a la que siguió al instante España.
Por lo tanto, los pasados y sus culturas se mezclan en un combo místico y extraño.
Los adolescentes y sus traumas
Todo comienza con una juntada de adolescentes, algo inmaduros y estereotipados. Bintou (Suzy Bemba) quiere visitar a su amiga Morjana (Samarcande Saadi) en el trabajo y se retira, mientras que un muy parco personaje entra al bar y le pide que interceda por él frente a una persona.
¿El escenario? Una ciudad bastante venida a menos, con calles sucias, humareda y grafitis, muchos grafitis. El trío protagonista se completa al sumarse Amélie (Mathilde Lamusse), que acompaña a Bintou y Morjana a expresar su arte grafitero sobre las paredes de un edificio pronto a derrumbarse; y allí por casualidad dan con la palabra Kandisha escondida bajo capas y capas de material.
La leyenda es conocida: se convoca nombrándola a través de un pacto de sangre. Y toda la mitología se describe para las tres protagonistas.
Las bromas y la tensión se disparan, todo parece indicar que vamos a ser testigos de otra película genérica de terror. Pero eso cambia cuando Amélie es abordada por el jóven que conocimos al principio, él quiere estar con ella y no le importa cómo. La intenta violar y la golpea salvajemente, ella llega a su casa con la cara ensangrentada y convoca a Kandisha para vengarse.
Al día siguiente las noticias llegan: su ex pareja falleció en la calle. ¿Casualidad o causalidad?
El juego de las sutilezas
Cuando Kandisha hace su aparición cambia el tono de la película. Lo que parecía sutil se va deshojando en lonjas de momentos sangrientos colocados en primer plano del lente de la cámara.
Los personajes descubren que al haber abierto la puerta de este mito, la venganza hacia los hombres se ramifica a todos los hombres de su vida: sus parejas, sus amigos, sus padres… sus hermanos.
Kandisha: Mujer Demonio podría haberse detenido un poco en esa discusión. Sobre el patriarcado y todas sus formas, sobre la venganza y la autopreservación, sobre el rol de quienes las rodean, y sobre los hombres no tóxicos que acompañan. Pero no… como si fuese un penal ejecutado con algo de temor, patea fuerte y al centro con escenas de asesinatos que se desarrollan una tras otra sin solución de continuidad.
Las tres protagonistas a su vez parecen haber salido del mismo molde, y tienen actitudes y acciones que no ayudan a avanzar nada de la trama. Sin conexión con los personajes que guían la historia, todo se hace cuesta arriba.
Cuando un chamán marroquí irrumpe en la escena, vislumbramos la posibilidad que el misticismo tome lugar. Pero nada ocurre, nada cambia, nada parece detener al personaje.
El conflicto como foco de tensión
En términos de construcción narrativa, el conflicto es la base de la historia. No tomado como un “problema” que un personaje tiene que atravesar, sino como la lucha de intereses u objetivos entre dos o más fuerzas en pugna. Eso es lo que lleva adelante un relato, y es lo que se viene practicando en occidente desde que Aristóteles impuso el modelo de los tres actos (Inicio / Desarrollo / Final).
Esto no siempre se practica de la misma manera, existen tantos tipos de relatos como personas que los generen. En el caso del subgénero slasher (ese en el que un asesino / monstruo enmascarado asesina adolescentes, preferiblemente esos que toman sustancias o tienen sexo) eso es mucho más claro: no importa tanto que los protagonistas derroten al villano, sino más cuan espectacular o sangrienta será la muerte. Un contador creativo de hemoglobina y gritos.
Kandisha: Mujer Demonio en ese aspecto cumple al dedillo con esa denominación. No hay forma de detenerla, va a asesinar a seis hombres (¡JUSTO! La cantidad que aparecen rodeando a nuestras protagonistas) y solo queda ser testigos. Y eso le quita algo de tensión, no hay sorpresa: sabemos que cuando haya un hombre solo va a aparecer y lo va a asesinar.
En el caso de Jason Voorhees (el reconocido asesino de la saga Viernes 13 – o Martes 13 en otros países-) la atención está puesta en qué elementos utilizará para hacer sufrir a los adolescentes. El juego, mientras nos maravillamos frente a la pantalla, es adivinar de qué manera creativa va a llevar a cabo la tarea.
En Kandisha eso no cala tan hondo. El personaje no tiene ningún tipo de desarrollo, es una mujer con velo y patas de animal; incluso se ve de maneras diferentes sin explicación… hasta aparece en un momento desnuda. Cada uno de sus asesinatos tienen buenos efectos visuales prácticos, pero al no haber construido a la figura se pierde la diversión. Y las muertes tampoco son sorprendentes.
Europa, sin embargo, sigue entregando opciones de narrativas que a pesar de seguir los designios occidentales muestran algunos matices que nos quitan del eje conocido y nos permiten asustarnos de otras maneras. Y eso siempre sirve.
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