Almodóvar conquista el cine en inglés

El director español Pedro Almodóvar es uno de los grandes autores de nuestra generación. Y siempre se mantuvo en los límites de su idioma maternal. Pero luego de la experiencia del cortometraje Extraña forma de vida, decidió encarar un largometraje completamente en inglés. La habitación de al lado es un tono nuevo en una experiencia conocida.

¿De qué va?

Ingrid y Martha fueron muy amigas en su juventud. Ambas trabajaban en la misma revista, pero Ingrid acabó convertida en novelista de autoficción y Martha en reportera de guerra. Las circunstancias de la vida las separaron y, después de muchos años sin tener contacto, vuelven a encontrarse en una situación extrema, pero extrañamente dulce.

Hay pocos autores hoy que tengan la constancia de Almodóvar. Una carrera con un estilo propio y una visión clara y coherente, un artesano de las preguntas más potentes sobre el existir. Y en esta ocasión cruza el charco para pensar sobre la eutanasia.

La habitación de al lado no es una experiencia liviana. Es un decálogo sobre la posibilidad de decidir sobre nuestra propia vida y, sobre todo, nuestra propia muerte. Marta (Tilda Swinton) vive en un océano de culpa por no haber sabido manejar bien su vida, y busca ser la capitana de su propia manera de marcharse de la misma.

Ingrid (Julianne Moore) es la personificación de la empatía, una mujer presente y consciente que tiene un grave problema: no sabe cómo manejarse con el concepto de la muerte. Ambas serán compañeras en un viaje de descubrimiento sobre lo que les falta.

Cómo siempre ocurre en el cine del español, al comienzo la historia se dedica a contar pequeñas anécdotas sobre el personaje de Martha en flashbacks que son como cortometrajes dentro del engranaje del relato. El ritmo, el nivel de producción y la potencia de lo contado no conspiran contra el gran esquema de la película.

Pero terminando el primer acto todo se centra en la relación entra ambas amigas, y la decisión de una de ellas de terminar con su propia existencia al no resultar el tratamiento contra el cáncer que estaba llevando a cabo. La metástasis como movilizador.

La relación entre ambas es de un respeto, sinceridad y complicidad pocas veces visto. Apalancada en el nivel interpretativo -donde la sonrisa de Julianne Moore puede arreglar el mundo-, los diálogos enrevesados del director encuentran una musicalidad verosímil.

Cómo si fuese una gran obra de teatro, los largos parlamentos repletos de palabras difíciles que espantarían a un disléxico, se convierten en una canción de despedida que dura cien minutos. Y en el medio, el cine clásico rompiendo la cuarta pared.

Para acompañar terapéuticamente a Ingrid en lo que atraviesa, aparece Damian (John Turturro). Ex amante de ambas, participa de manera esporádica pero sus apariciones son necesarias para respirar un poco del conflicto principal y su tono.

Su actitud de bon vivant, su deseo sexual constante y su negatividad sobre el destino del mundo se contradicen con su compañerismo, escucha activa y resolución de conflictos. Una tridimensionalidad que asusta para un personaje secundario.

La habitación de al lado es una carta de amor a la vida, a las decisiones que tomamos, pero sobre todo a la amistad. No estamos solos. No tenemos que atravesar el dolor diario en soledad. Somos parte de algo más grande. Y el cine y la cultura lo saben. Por eso los quieren exterminar.

Por suerte existen agentes del caos como Pedro Almodóvar.