Dos clásicos del terror moderno… enlazados
Lin Shaye (Insidious) y Tobin Bell (Saw – El juego del miedo-) son una pareja de ancianos a la que el pueblo le tiene mala espina por un rumor. En tiempos aciagos, toman una decisión que pondrá en marcha un juego macabro y algo inentendible en La llamada final.
¿De qué va?
En el otoño de 1987, un grupo de amigos de una pequeña localidad tiene que sobrevivir a una noche en casa de una longeva pareja (Tobin Bell y Lin Shaye) tras una serie de eventos que les conduce a sus puertas. La misteriosa pareja les mostrará lo que es convertir su vida en un infierno.
Inentendible (repito) es el concepto que rodea a esta película que fue estrenada el mismo año a una película oriental con el mismo nombre en inglés (The Call) y el elemento teléfono de línea como principio movilizador del relato.
Una pareja de ancianos (a los que vemos juntos una sola vez… anda a saber como empatizar con ese amor) sufre el ataque durante años en un pueblo ya que Edith (Shaye) fue acusada de asesinar a una niña. Una noche, un grupo de 4 jóvenes (uno de ellos recién llegado al pueblo y que los conoció en ese momento) va a tirar piedras a la casa de la pareja, la señora sale a enfrentarlos y luego de un ataque verbal, ella fallece de un paro al corazón.
¿Se viene la venganza del marido? ¿Se hace la denuncia a la policía porque este grupo arrojó piedras a la casa e hizo que se muriera del miedo su dueña? ¿Los chicos y la chica del grupo hacen un pacto de silencio y eso se empieza a quebrar? No, nada de eso que podría pasar…
Edward (Bell) invita amablemente a los asesinos indirectos de su mujer a la casa y les entrega cuatro sobre. «Quiero jugar un juego» les dice. Pero esto no es Saw. Tienen que aguantar un minuto al teléfono de una llamada que van a recibir específicamente para ellos. Si pasan ese tiempo, ganan 100 mil dólares. Cómo si Agatha Christie se juntara con Scooby Doo.
Nada tiene sentido: las relaciones entre los personajes nunca se desarrollan, por lo tanto no nos interesa lo que suceda con ellos. Las sorpresas que descubren en las llamadas vienen de la nada y no encuentran correlato con algún indicio que se haya construido. La actitud de los personajes es arbitraria e increíble.
¿Hay fantasmas? Algo así… parece existir una explicación, pero queda dispersa en un mar exasperante de «no-se-que-estoy-mirando» que se condimenta con una iluminación oscurísima que busca esconder y alivianar los severos problemas de realización con saltos de eje, problemas de racconto y planos mal equilibrados.
La llamada final termina siendo como una suerte de largometraje realizado a partir de cortometrajes sobre los errores pasados de los cuatro «protagonistas», contado a tijeretazos y con un aura pesadillesca que intenta emular lo circense, pero se queda en lo anecdótico e intrascendente.
Había mucho material como para hacer algo interesante, sobre todo viendo las pesadillas que atraviesan los cuatro al levantar el tubo del teléfono… pero en lugar de darnos terror, este circo nos hace reír.
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