Martin Scorsese vuelve, con Leonardo DiCaprio y Robert De Niro
Una buena historia en buenas manos puede funcionar tanto como narrativa efectiva para disfrutar de un par de horas frente a una pantalla, y también como crítica y estudio sociológico de algún momento histórico. Los asesinos de la luna de Martin Scorsese es todo eso y un poco más. Es cine.
¿De qué va?
Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) vuelve de la guerra, es una persona tranquila y taciturna, siempre con un pliego de preocupación entre los ojos; llega a Oklahoma a principio de 1920 por designio de su tío William “Rey” Hale (Robert De Niro) un poderoso operador que tiene el control de todo el lugar y ayuda a los indios de la nación Osage. Tantos cuidados por parte de Hale esconde ansias de control ya que esta nación de pueblos originarios anida en sus tierras un gran yacimiento de petróleo, que la convierte en uno de los espacios con más riqueza por habitante del mundo. Pero esto tiene un costo, se paga en asesinatos y testamentos escritos en sangre.
El rey del no entretenimiento
Martin Scorsese es un provocador, el director de 81 años ya no tiene nada que demostrar en el séptimo arte. Taxi Driver (1976), El toro salvaje (Raging Bull, 1980), Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), Pandillas de Nueva York (Gangs of New York, 2002) o El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) son ejemplos en diferentes décadas de la reinvención constante de este artista y su forma de mantenerse siempre presente en un sistema complejo.
Hace algunos años se convirtió en meme para una generación joven a propósito de su discusión sobre el cine de superhéroes, que consideró no tanto como cine sino como un entretenimiento de feria al estilo Montaña Rusa; esta actitud lo llevó a ser el puntero que define que es cine y que no lo es.
Es en esa cruzada personal (que en algunos puntos se conecta con la de Christopher Nolan y su necesidad de hacer todo manual y para IMAX) es que está haciendo películas largas y que requieren total compromiso y concentración. En Los asesinos de la luna eso se traduce en casi tres horas y media de material, similar a las tres horas y media de El irlandés (The Irishman, 2019).
Pero no sólo por eso, también es combativo: al no haber conseguido financiación con los grandes estudios de Hollywood decidió apostar primero por Netflix y ahora por AppleTV+ para sus dos últimos largometrajes, llegando incluso a un acuerdo para estrenarlos en cine.
Y en ambos plantea un dilema político / social: mientras que en El irlandés pasaba por las mafias y los Sindicatos (tema que reverdeció a partir de las huelgas actuales), aquí pasa por el poco respeto hacia los pueblos originarios y el poder ejercido por los blancos con la connivencia de todo el arco social y económico.
Quien más tiene, más pierde
Los asesinos de la luna plantea un ejercicio complejo: es una crítica hacia las ansias de poder de un grupo con herramientas de control, y que está contado por una persona que forma parte de ese mismo grupo. Martin Scorsese es blanco y privilegiado, la posibilidad de contar la historia desde esos privilegios podría desvirtuar el centro mismo de la narrativa, pero esto no ocurre.
La historia está basada en el libro Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI, de David Grann; allí se contaba la investigación en tónica documental, y se convirtió en uno de los grandes éxitos de 2017. Cuando Scorsese y Eric Roth (guionistas) comenzaron a pergeñar la historia, decidieron dejar la investigación para el final y avanzar sobre la trama de la ola de asesinatos.
Cada uno de los Osage de sangre pura tienen derechos por el petróleo descubierto, por lo que lograr casarse con ellos es una solución económica y financiera. El Rey Hale lo sabe y arma un entramado en dónde va colocando hombres y mujeres blancos entre “los rojos” (cómo los denomina) para lograr hacerse con esos headrights (un concepto que viene desde el período de colonización europea en las Américas y alude a una concesión legal de tierra otorgada, un «derecho de propiedad» que incluye tanto la concesión de la tierra como al propietario que reclama la tierra). Lo que vamos descubriendo es que no teme asesinar para ello.
Los Osage a su vez tienen ciertos límites para usar sus propios activos, ya que los bancos los controlan para evitar “fraudes”, en una clara muestra de poder a pesar de que quienes tienen y generan el dinero son ellos.
Un dócil enamorado
Es en este escenario donde Ernest Burkhart llega y conoce a Mollie (Lily Gladstone) una mujer de familia con derechos que tiene una madre muy enferma y anciana, una perfecta víctima para el maquiavélico plan de Hale.
Pero existe un solo problema: Ernest se enamora de ella. El otro incordio es la constante presión y manipulación por parte de su tío y sus partenaires que dada su personalidad más maleable y dócil logran atraparlo en una telaraña donde termina decidiendo sobre la vida y la muerte de quienes lo rodean.
La dupla de Leonardo DiCaprio y -sobre todo- Lily Gladstone es el motor de la historia, y su corazón. Ella realmente termina enamorada de Ernest, y él a su forma la ama también. Pero el pesado control de Hale lo pone en situaciones complicadas en las que nunca reacciona. Ella es la luchadora de la pareja, él sólo es un dócil enamorado… que termina teniendo las manos manchadas con sangre.
Un gran espectáculo
Los asesinos de la luna es un espectáculo, no hay trajes ni gente volando, pero todo se cuenta a nivel espectacular: el valor de producción que ofrece AppleTv+ permite sentir todo real y gigante. Las grabaciones en Oklahoma dotan a cada fotograma de un sentido de urgencia y pertenencia, nos involucra con lo que está pasando y nos hace gritar de bronca ante cada injusticia. Estar ahí nos hace parte.
De Niro vuelve a repetir el mismo papel de abuelo cínico que para el exterior es querible, con un buen hacer sale airoso pero no ofrece ningún diferencial; es una versión más chill que su contraparte en El irlandés. DiCaprio se siente constipado todo el tiempo, es un volcán a punto de explotar que nunca lo hace, incluso en momentos de la historia donde debería supurar eso. Lo de Gladstone sin dudas es lo mejor: su postura rebelde pero estática recuerda a esos luchadores que no necesitan demostrar su fuerza y esperan que ataque el contrincante para usarlo en su contra.
El metraje es excesivo. El tercer acto involucra la famosa investigación sobre el caso que lleva adelante políticamente J. Edgar Hoover y que da inicio a las acciones del FBI. Hay idas y vueltas que nos hacen preguntar por qué, con tanto estímulo visual y narrativo parece un error tirar de la cuerda.
El uso de la violencia y los asesinatos subvierte el concepto de la espectacularidad hacia lo que es: un sinsentido sin grandes explosiones ni gritos ni cámara lenta, un sonido seco y el fin de una vida. Esa crudeza, cortada a tijeretazos mientras se cuenta la vida de Ernest y Mollie es uno de los aciertos de la película.
Los asesinos de la luna es una muestra más de lo presente que se encuentra Martin Scorsese en el cine actual, a pesar de sentirse algo caprichoso lo excesivo del metraje.
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