La secuela del éxito de Disney amplia el universo
Moana y Maui regresan luego de algunos años para expandir el concepto de entender que el hombre no es una isla, y que vivir en comunidad permite crecer como sociedad. En el medio, animales chistosos, nuevos personajes divertidos y un despliegue visual que inunda las retinas. Esto es Moana 2.
¿De qué va?
Moana (voz en inglés de Auli’i Cravalho) y Maui (voz en inglés de Dwayne Johnson) se reencuentran luego de tres años en un nuevo y extenso viaje junto a una tripulación de inusuales marineros. Tras recibir una inesperada llamada de sus ancestros, Moana debe viajar por los lejanos mares de Oceanía y hacia aguas peligrosas, olvidadas durante mucho tiempo, para vivir una aventura sin precedentes.
Al finalizar la primera parte de Moana, el mundo de Oceanía se expandía más allá. Ahora, con su secuela -y con una protagonista adolescente- la cosa se vuelve más… interesante.
Moana quizás no era la franquicia que uno podía pensar que tenía futuro de secuelas. Sin embargo, su segunda parte demuestra que es posible sacar frutos hasta del suelo menos fértil.
La estructura de Moana 2 es extraña, puede ser producto de la presencia de diversos directores, o del juego entre complejidad narrativa y consumo infantil. Es necesario jugar con el conocimiento del mundo australiano y su idiosincracia, y a la vez contar una historia grande como la reconstrucción de toda una sociedad.
La protagonista absoluta es la niña del título, tanto que Maui queda desaparecido más de la mitad de la trama. Ella creció y, sin hacer foco en una cuestión de empoderamiento forzada, así lo hicieron también sus responsabilidades.
La idea de la familia, las amistades y encontrar a más personas es el centro neurálgico del relato. Eso, luego, se llena de animales fantásticos, dioses y colores estridentes.
Los nuevos personajes secundarios son demasiados para el tiempo que se toma la película en darlos a conocer. Son queribles, sí. Pero en términos de estructura se podrían haber fusionado para usar más el tiempo en desarrollar el conflicto.
Un conflicto algo antojadizo, que tiene momentos muy emocionales e interesantes (los fanáticos de Hércules gustarán) pero otros arbitrarios y mal resueltos. El personaje de Matangi es una incógnita total, parece haber sido puesto para permitir una tercera parte.
La gran mayoría de los chistes son muy efectivos, parte de la frescura de los personajes y la relación entre ellos. El alivio cómico de los dos animales acompañantes podría haber sido mayor, pero brillan en sus intervenciones.
El apartado gráfico merece su propio párrafo: la paleta de colores, la saturación y la diversidad de conceptos justifican el visionado en la pantalla más grande que se encuentre. La experiencia visual de Moana 2 es una maravilla de texturas y pigmentos, dan ganas de vivir en ese mundo y conocer mucho más allá de sus límites.
Agarren sus botes y salgan al mar.
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