John Wick conoce Bollywood
El cine de acción en Estados Unidos sigue en fase de reconversión. Símbolo del entretenimiento y parámetro de la sociedad, el género de piñas y patadas no se deja estar. Ahora es el actor Dev Patel que se pone delante y detrás de cámara para fusionar a John Wick con lo mejor de la India. Esto es Monkey Man: El despertar de la bestia.
¿De qué va?
Kid (Dev Patel), sobrevive noche tras noche oculto tras una máscara de gorila en un mundo de lucha clandestina donde recibe golpizas de brutales luchadores implacables a cambio de dinero. Esto terminará al infiltrarse en la élite criminal de la ciudad. Con su pasado lleno de traumas y rencores, Kid desatará una explosiva campaña de venganza para ajustar cuentas con aquellos que le arrebataron todo.
Hanuman, el dios mono es una leyenda que se remonta al año 1500 a.C. y aparece por primera vez en un himno del Rigveda, una colección de himnos antiguos considerada uno de los cuatro textos canónicos sagrados del hinduismo.
Ese fue el punto de partida de Dev para escribir la historia y desarrollar a Kid.
La historia de Monkey Man puede considerarse prima hermana de John Wick por la capacidad para generar inventiva en la coreografía y puesta en escena de las peleas.
Pero es un bicho completamente diferente.
Kid no es metódico, no desarrolló sus capacidades de ataque con los años, ni tiene un plan demasiado claro. En su sangre lleva la venganza clavada a fuego. Una venganza que como es moneda corriente en el cine de oriente, es contra el poder.
Con Patel como protagonista, director y guionista, fue necesario traer alguien con potencia para equilibrar desde la producción y ahí apareció Jordan Peele. Su presencia afina la crítica social y le da un poco más de vuelo a la cinta en valor de producción.
Realizativamente Monkey Man: El despertar de la bestia lleva en su adn la pasión y la urgencia de una voz primeriza que quiere comerse la cancha. Las peleas están pensadas para ser claras, pero a la vez potentes a nivel imagen.
Y algo que llama la atención: también tienen una progresión. Se van poniendo cada vez mejores a medida que avanza el metraje.
Kid busca venganza contra la gente que asesinó a su pueblo, y para ello se infiltra en un grupo de gente oscura que trafica personas. Para esto aprende sobre las mieles del poder y los excesos, ahí se ve más claramente la posición de Peele, en ese contraste de mundos.
El contraste entre los lujos de su trabajo infiltrado y el mundo que habita cada noche también crean un buen antagonismo. Cómo si fuera una suerte de Spider-Man barato de principios de era, o una versión bizarra de El Duro, Kid se pone una máscara de mono y se deja golpear dentro de una jaula.
El dinero le dará la solución al laberinto que quiere atravesar y olvidar. Los golpes no duelen tanto como su necesidad de venganza.
El crecimiento en sus capacidades de pelea, que llevan a una secuencia final espectacular, tiene muchos condimentos del cine de los ochenta.
Y quizás allí aparezca la única crítica: la película se enrosca demasiado en un conflicto clásico y concreto, lo que lleva a casi dos horas que podrían ser veinte minutos menos.
Además, la transición a entrenar con una persona en un montaje de crecimiento personal en un par de movimientos, le quita la construcción que tiene el cine de acción actual. El cambio del personaje se parece más a los héroes de acción de antaño.
Sin embargo Monkey Man: El despertar de la bestia es un espectáculo visual impactante, un trabajo autoral que busca trascender, mezclando la acción estadounidense con los tropos de India, un poco del cine de Bruce Lee y la nueva marea coreana.
Ideal para un fin de semana en una sala a oscuras.
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