Un fantasma atrapado
Una familia que llega a una casa con una entidad fantasmagórica. Pero no es la típica película de terror. Steven Soderbergh dirige un drama con tintes fantásticos que encaran ciertos temas molestos del hoy. Presencia es el dolor y el encuentro de una familia hecha pedazos.
¿De qué va?
Rebekah (Lucy Liu), su marido (Chris Sullivan) y sus dos hijos, Chloe y Tyler, comienzan a sentir una extraña presencia tras mudarse a una nueva casa. Estos sucesos los llevarán a cuestionarse la naturaleza de la misteriosa entidad. Desde la perspectiva del espectro observamos cómo la dinámica familiar se ve perturbada por un pasado que los acecha.
El factor sorpresa hoy es un bien escaso. Así que el regreso de un director prolífico como Steven Soderbergh para traernos algo diferente y que funciona, se recibe con fanfarrias y emoción.

Presencia se basa en una propuesta estética: todo el punto de vista de la película y su focalización se basa en un fantasma que habita un hogar al que se muda una familia. Realizativamente la cámara representa ese punto y lo lleva a cabo con total concentración, nunca pervirtiendo la búsqueda.
Pero eso no va en detrimento de la historia. Con Nickel Boys (que estuvo nominada como mejor película en los Oscar) la «idea disruptiva» de grabar todo desde el punto de vista de su protagonista terminaba siendo un yunque, sintiéndose estirada y arbitraria. Acá no ocurre eso.

¿Pero por qué funciona? Uno de los pilares es la inteligencia del guión, escrito por David Koepp. Con clásicos absolutos y fracasos estrepitosos, el guionista logra un buen equilibrio en la historia y los diálogos, acercando a Presencia a otro de sus clásicos de culto Stir of Echoes.
El manejo de la información y el armado del rompecabezas desde un sólo punto de vista (alejándonos del narrador omnisciente y omnipresente) es lo que nos mantiene atentos y conectados. Que cada cosa esté fragmentada, y nosotros tengamos que completar lo sabido, es lo que nos vuelve cómplices y leales.

Presencia vuelca todos los lugares comunes de la dinámica familiar, pero con un buen balance entre las responsabilidades y los cariños. Ambos padres no son buenos o malos, hacen lo que pueden con lo que tienen, y la falta de herramientas los coloca en situaciones de extremo stress.
No se sienten orgullosos de sus propias crapulencias, navegan en el medio de una tormenta dónde el horizonte está difuso. Lo mismo ocurre con los hijos, pero justificado por la soberbia de la juventud y la falta de herramientas emocionales.

Llegando al tercer acto algunas cosas se exageran (sobre todo el accionar del fantasma), cayendo en algunos lugares comunes. ¿Pero cómo accionas sin un protagonista que pueda alterar la situación?. La discusión sobre los abusos y los abusadores del final es ideal para discutir con hijos adolescentes.
Hacia el final el camino se siente algo arbitrario. La cuestión cuántica se hace antojadiza y algo perezosa. Pero llegando al último plano todo se acomoda, con una Lucy Liu que te hace poner los pelos de punta y un silencio atronador mientras corren los créditos.
En Presencia no existe el pasado, presente o futuro. Todos somos parte del universo, todas las hojas son del viento.
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