Sobrevivientes: Después del terremoto – Vivir intentando, a cualquier costo

por | 18-01-2024 | Cine, Reseñas | 0 Comentarios

Una saga sobre los límites de la humanidad

Se estrena en cines la película surcoreana que refleja lo mejor y lo peor de la humanidad ante una catástrofe. Sobrevivientes: Después del terremoto es una fábula realista e incómoda sobre cómo nos aguantamos los humanos, entre nuestros iguales, ante situaciones de crisis. El sálvese quien pueda como representación del capitalismo, y la empatía como símbolo de resistencia.

¿De qué va?

El mundo ha sido reducido a escombros por un terremoto masivo. Mientras nadie sabe con certeza qué tan lejos se extienden las ruinas ni cuál es la causa del sismo, en el corazón de Seúl (Corea del Sur) solo queda en pie un edificio de departamentos y se llama Hwang Gung Apartments. Luego de la catástrofe, los forasteros comienzan a llegar en un intento de escapar del frío extremo. Pronto, los residentes del edificio no pueden hacer frente al aumento de personas.

De Corea del Sur, con amor

Sobrevivientes: Después del terremoto (Concrete Utopia) es una muestra más del buen hacer coreano en la cinematografía actual. Quizás al director Tae-hwa Eom no lo conozcan, pero varias de las figuras frente a cámara ya han logrado trascender en el mundo occidental. Lee Byung-hun (El Juego del Calamar, Terminator Génesis, G.I Joe), Park Seo-joon (The Marvels, Parasite), Park Ji-hu (All of Us Are Dead de Netflix) y Kim Do-young (Train to Busan) hoy son caras más o menos reconocidas, en una muestra de lo que se está modificando el mercado.

Porque el cine que llega desde la región coreana no sólo destaca por sus efectos especiales de avanzada, su fineza realizativa o sus actuaciones que se impregnan en la memoria; el cine de Corea del sur ha logrado utilizar situaciones extraordinarias para desnudar las problemáticas humanas, mostrando que nunca nada es blanco o negro.

Y eso queda aún más en evidencia en esta película.

El terremoto no es el problema

El desastre natural sísmico que justifica la existencia de este largometraje es cuasi anecdótico. Si van a la sala en aras de encontrar una secuencia pochoclera con el concreto hundiéndose y los edificios cayendo como moscas, van a sentirse un poco decepcionados. La primera secuencia pone en autos al respecto de la emergencia habitacional de Corea, y cómo se hicieron edificios que se sortearon (ya que ser dueños es muy complicado) para poder comenzar una vida adulta. Cualquier parecido con Latinoamérica es pura coincidencia.

Luego vemos los primeros movimientos tectónicos y cortamos una cama de una habitación prolija. Un personaje algo lastimado sale al balcón y descubrimos que es el único edificio en pie a muchísimos kilómetros a la redonda. Listo, allí finalizó el elemento de cine catástrofe. Lo que continúa es el drama de existir siendo sobreviviente.

“Nosotros somos los muertos andantes” diría Rick Grimes en The Walking Dead.

El señor de las moscas

Sobrevivientes: Después del terremoto es un estudio psicológico. Aprovecha una excusa argumental de espectáculo para poner a los personajes en una situación extraordinaria y recrear la lógica que nos define como humanidad. Sin lugar a dudas este lugar que habitan es una Utopía de Cemento (así su traducción literal del título en inglés), un espacio en donde sobrevivir del frío y los peligros de lo que sucede “afuera”.

El juego del adentro y del afuera se vuelve interesante en la medida en que los habitantes de Hwang Gung Apartments deciden echar a los que no son dueños, para comenzar una nueva sociedad. Ellos están dentro de un lugar acogedor y “seguro”, pero a la vez son prisioneros. Los de “afuera” en cambio son libres, pero eso requiere sacrificios y estar dispuesto a todo por sobrevivir. No hay lugar feliz, simplemente la existencia.

Podría mirarse en continuado con La sociedad de la Nieve, la película de J. A. Bayona distribuida por Netflix, que cuenta sobre la Tragedia de los Andes. En ambas cintas, una situación extraordinaria es la manera de sacar a relucir lo mejor y lo peor que tenemos como seres humanos.

En este caso todos los miedos propios del capitalismo y el productivismo: la seguridad, la lucha de clases, la falta de un Estado regulador y las leyes nuevas que surgen de eso y sobre todo: el miedo a quedar afuera, a no estar dentro del sistema. En este caso, estar afuera es morir.

Cómo es gris afuera, lo es dentro

La película se va complejizando ya que el planteo es simple: nadie va a rescatarnos jamás, los recursos son finitos, tenemos que hacer lo necesario para vivir. Esa simpleza devela las capas más bajas del capital humano, permitiendo ver que ya no es posible pensar en blancos y negro, todo es gris. Como lo es de gris el edificio y su cemento, es el árbol de decisiones de cada personaje.

Se van tejiendo alianzas, se ocultan verdades incómodas y aparecen los sentimientos más bajos: desde la empatía y la entrega, hasta el asesinato y locura de poder. Por esto Sobrevivientes: Después del terremoto va mejorando a medida que avanza, porque uno no sabe a dónde va a ir a parar, hasta cuán abajo va a descender la humanidad.

Y ese espiral está adornado de grandes planos, secuencias y actuaciones, que -a pesar de ser chocantes por la diferencia cultural- igual se sienten verdaderas y plausibles. Quizás un poco más de imágenes sobre el terremoto hubiesen seteado un escenario más espectacular. No obstante, cada vez que el equipo sale al nuevo mundo, se siente gigantesco y aterrador.

Hacia el final intuimos que, al igual que todos nosotros, si no somos más humanos y empáticos todo puede terminar muy mal. Y demuestra, claramente, cómo ser malvado es más simple y efectivo que ser bondadoso. Es un espejo realista e incómodo de muchas de las contradicciones sociales que vivimos en toda Latinoamérica. Y todo eso producto de una película surcoreana sobre un terremoto… no es poca cosa.

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Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

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