Cuando acecha la maldad: Terror rural de exportación

por | 09-11-2023 | Cine, Reseñas | 0 Comentarios

Embichados, sangre, horror y buenas actuaciones en un producto 100% argentino

Una fábula de terror del director Demian Rugna -que supo revolucionar el cine de terror argentino con Aterrados-, un espiral de muertes y desesperación ante la llegada de un demonio a la Tierra, un universo alternativo con reglas muy específicas y un éxito internacional absoluto. Esto es Cuando acecha la maldad.

¿De qué va?

Dos hermanos en un pueblo rural escuchan disparos por la noche, cuando salen a recorrer durante la mañana siguiente encuentran a un hombre cortado por la mitad y elementos que parecen servir para un ritual extraño. Las señales son contundentes: un hombre fue encarnado por un demonio en ese lugar y ahora todo será caos y destrucción. Las reglas son claras, no pueden matar a un encarnado con armas de fuego así que deciden deshacerse del cuerpo acelerando todo el proceso. Algo oscuro se viene, Cuando acecha la maldad.

Demian Rugna, de profesión asustador

El cine argentino de terror existe desde siempre. Ya sea desde Una Luz en la Ventana (1942) u Obras Maestras del Terror (1960) -ambas protagonizadas por Narciso Ibañez Menta-, o la lisergia de Alguien te está mirando (1988) -con música de Soda Stereo– hasta al día de hoy, donde encontramos siempre alguna muestra del momento histórico de este género.

Claramente no es la primera elección de las grandes distribuidoras, pero existe.

Eso fue cambiando con la inclusión de lo digital en el cine, que ayudó a que una camada de realizadores pudieran comenzar a estrenar en cines comerciales como el caso de Pablo Parés (de Farsa Producciones), Daniel de la Vega, Gonzalo Calzada, Fabián Forte, Hernán Findling, Gabriel Grieco o quien hoy nos convoca: Demian Rugna.

Venido desde el oeste de la provincia de Buenos Aires, más precisamente Haedo, Rugna fue haciendo carrera acomodándose a las tendencias coyunturales e intentando marcar su impronta. Su primer largometraje se llamó La última entrada (The Last Gateway, 2007) y fue realizado en inglés para el mercado directo a vídeo de Estados Unidos. El director usó de base un cortometraje que había realizado. Luego continuó con el largometraje ¡Malditos Sean! (2011) co-dirigido con Fabián Forte y que contaba con algunos cortometrajes hilvanados por una historia principal. Mientras buscaba distribución para su largometraje de humor negro No sabés con quien estás hablando (2016) dio a luz su nueva historia de terror audiovisual: Aterrados (2017).

Aterrados fue un éxito monumental para el género de terror argentino, fue adquirido por Netflix y estuvo varias semanas en cartel en cines comerciales (un espacio algo beligerante con las películas de este tipo). Compraron los derechos para realizar una remake en Estados Unidos, y fue invitado a ese país para comenzar su crecimiento internacional.

El terror propio que se vuelve extranjero

Aterrados maneja la misma visión que Cuando acecha la maldad, en lugar de posicionarse en copiar tropos extranjeros genera verosímiles propios pero pensados para internacionalizar. Mientras que en Aterrados el barrio en donde la maldición ocurre se siente tanto conurbano bonaerense argentino como barrio de las afueras de las grandes ciudades estadounidenses, en Cuando acecha la maldad se apela a lo rural para obtener el mismo resultado.

En Aterrados todo está hablado en español, pero los “expertos” que vienen a ayudar no son nativos parlantes y eso se potencia en palabras similares a cuando en las películas yanquis quieren hablar mal en español. Una elección inteligente y algo cínica de un director que conoce tanto la industria como sus propias búsquedas. En Cuando acecha la maldad, la gente es del campo pero se evita usar terminología demasiado establecida pueblo adentro permitiendo ser simple para la traducción ya que la película se estrenó en más de 600 salas de Estados Unidos con nuestro idioma como insignia.

Demian Rugna en lugar de buscar en lo foráneo para contar lo propio, escarba en lo vernáculo para ser reconocido en el extranjero.

Horror sin piedad

Cuando alguien conoce a la persona detrás del director se sorprende que alguien tan humilde y tranquilo pueda generar relatos tan perniciosos. Como una suerte de Dr. Jekyll / Mr. Hyde, Rugna sorprende con una cantidad escandalosa de mala leche fílmica, sin permitirnos tomar un tiempo para caer en cuenta de lo que acaba de suceder a nuestros sentidos.

Si en Aterrados atropellaba a un menor con un colectivo y la cámara nos convertía en desesperados espectadores, en su nueva película eso se multiplica exponencialmente. Es un terror sin medias tintas, sin colocarle rueditas a la bicicleta, sin cuidar entre algodones a quien va a vivir la experiencia: a la hora de elegir entrar a ver esta película se cumple el contrato que va a ser el mejor / peor momento terrorífico que puedas a llegar a vivir. La cantidad de situaciones extremas, descarnadas, poderosas y traumáticas es muy alta en relación al tiempo real que dura la película. Se siente como esas pesadillas en las que no nos podemos despertar, y aunque duran segundos nuestro cerebro las interpreta como eternas.

Escapando de la nueva tendencia a un “terror sofisticado” que muchas veces peca de no hacerse cargo de su esencia terrorífica, Cuando acecha la maldad es terror puro y duro, realizada directamente con el material del que se crean las pesadillas.

Lo que se muestra y lo que se oculta

El cine de terror puede elegir dos vertientes: mostrar para generar un susto u ocultar para generar tensión y clima. Si el primer camino se repite durante todo el relato, se vuelve una excusa para el jumpscare (esos momentos donde algo salta hacia la cámara con un sonido estridente), y si sucede lo mismo con lo segundo todo se vuelve tedioso y solemne. Es necesario equilibrar ambos elementos para ir generando en la platea el efecto buscado.

Una suerte de alquimia incontrolable en donde 2+2 no siempre da 4.

Cuando acecha la maldad busca mostrar mucho, pero no siempre desde el susto sorpresivo sino también para generar asco o repulsión, en línea con el cine de David Cronenberg (director por ejemplo de La mosca). ¿Y lo que se oculta? Más en lo que todos damos por hecho: a pesar de que se repiten muchas veces las reglas que conforman este universo -sobre todo en qué hacer y qué no ante la presencia de un Encarnado-, hay una cierta connivencia con el espectador en el que ambas partes saben cómo se conforman las películas de terror y cuáles son sus reglas, así que ciertas cosas no se dicen ni se muestran. 

Y luego está el hecho de lo que se genera en uno como espectador ante lo no dicho. Vamos entrelazando los datos que va goteando la película para armar un gran rompecabezas sobre lo que este ataque representa, cómo y cuándo ocurrió antes y lo que puede pasar para el resto de la ciudad, el país y el mundo. Un lindo ejercicio de no tomar por zonzo a quien apuesta por esta cinta, y que termina siendo virtuoso al permitir contener preguntas que quedarán en la cabeza junto con la película, en una suerte de síndrome de Estocolmo fílmico en que no queremos pensar más en ella porque nos recuerda el horror pero no podemos dejar de hacerlo.

La nueva película de Demian Rugna además tiene una calidad técnica e interpretativa altísima, con grandes momentos de terror pero también planos contemplativos con buen tino. Ezequiel Rodríguez se pone al hombro la historia con un personaje tosco, violento y obstinado, que se sirve del acompañamiento de Demián Salomón que tiene mucha experiencia en películas de este tipo. Paula Rubinsztein y Silvina Sabater brillan una desde su faceta más mística y la otra más infantil, en otra muestra de las decisiones del director de traer personas con experiencia y que sus personajes no sean accesorios.

Cuando acecha la maldad es una experiencia cautivadora y a la vez chocante, para nada indulgente y por demás cruel. Como si fuese un accidente, nos da repulsión pero no podemos quitar los ojos de lo que estamos presenciando. Es una carta de amor al cine de terror, pero también al cine argentino de parte de un director que ha sabido construir sin perder sus orígenes. Una película imperdible en tiempos caóticos.

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Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

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