El director de Prey vuelve con los bichos
Todo producto cultural, luego de un tiempo, parece necesitar una actualización. Depredador: Tierras Salvajes plantea un nuevo punto de vista para estos asesinos extraterrestres que tienen honor y buscan la gloria eterna. ¿Pero sirve ese acercamiento?
¿De qué va?
Ambientada en un futuro lejano, Depredador: Tierras Salvajes transcurre en un planeta remoto, donde un joven depredador (Dimitrius Schuster-Koloamatangi), desterrado por su clan, encuentra una aliada inesperada en Thia (Elle Fanning), con quien emprende un peligroso viaje en busca de un digno oponente.
Hay una necesidad de sobre explicar los mitos en la actualidad, una compulsión a llevar a los dioses narrativos a llenarse los pies de barro. Cómo si hubiese una batalla por ponernos al mismo nivel de nuestras creaciones, el hombre siendo el macho alfa siempre.

Cuando a finales de la década del ochenta apareció la primera película de Depredador, todos nos sorprendimos con este extraterrestre bélico que coleccionaba trofeos de caza, con diferentes accesorios para diferentes escenarios de batalla, además de un camuflaje y un casco para sentir las temperaturas.
Bueno, en Depredador: Tierras Salvajes eso se tira a la basura. Estamos frente a la explicación innecesaria y a la acción de «humanizar» a un bicho voraz asesino por naturaleza, en pos de hacernos empatizar con él. ¿Alguien se imagina una película de Alien dónde el xenomorfo se haga amigos y conozcamos a su familia?

La película parece un drama de un adolescente al que su familia le hace bullying, y decide encomendarse a sí mismo a una batalla de la que se sabe perdedor, para considerarse probo de aquellos que lo maltrataban. Es el más pequeño físicamente de su tribu, y no es tan idóneo en sus acciones bélicas.
Como sucedía en Predators (2010), somos testigos de un planeta extraterrestre, que según la explicación APB del comienzo es un lugar dónde todo busca eliminarte. Allí llega nuestro protagonista, que luego de 35 minutos de película ya no se enfrenta a nada en el destino elegido. Riddick estaría bastante molesto si viera lo que le sucede al depredador en esta cinta.

Sorprende que el director sea Dan Trachtenberg, director de las dos anteriores películas de la franquicia: Prey y Predator: Killer of Killers. Todo lo bueno de las decisiones que tomaba: explicar poco y que todo surja de lo que sucede en el relato, utilización de buenos efectos especiales y crecimiento narrativo a base de causalidad y timing, acá brillan por su ausencia.
Nos piden empatizar con un depredador alfa, un personaje que por seis películas anteriores (sin contar las dos con Alien) sólo vivía para asesinar a su presa. ¿Qué nos puede importar el drama familliar, la muerte de un hermano? ¿Se hace amigo de «herramientas» que podrían superarlo en el futuro? ¿Eso hace un cazador nato?

Lo mejor de la película se encuentra bajo los brazos de Elle Fanning que interpreta a dos personajes diferentes, y lo hace con mucho talento; además de las constantes referencias al universo de Alien (que luego se convierten tan obvias y fan service, que se vuelven una parodia). Dimitrius Schuster-Koloamatangi no logra conmover, porque básicamente el núcleo del personaje siempre fue ser sólo un asesino de sangre fría.
Depredador: Tierras Salvajes es un digno producto de Disney, que si uno desconoce su andar podría ser un producto divertido, una suerte de buddy comedy entre un extraterrestre, un robot y un perrito asesino. Pero cargando ya casi una decena de películas en su haber, se siente como una búsqueda que no marida con el genoma originario de esta máquina de matar.


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