Un regreso… ¿apresurado?
En 2022, la segunda trilogía de los dinosaurios en el tiempo actual llegaba a su final con Jurassic World: Dominio, que buscaba unir a los elencos de toda la franquicia. Tres años después, estamos ante un ¿nuevo reboot? de la saga, ahora protagonizado por Scarlett Johansson: Jurassic World: Renace.
¿De qué va?
Cinco años después de los eventos de Jurassic World: Dominio, la ecología del planeta ha demostrado ser, en gran parte, inhóspita para los dinosaurios. Los pocos que quedan existen en entornos ecuatoriales aislados, con climas similares a aquellos en los que alguna vez prosperaron. Las tres criaturas más colosales —de tierra, mar y aire— dentro de esa biosfera tropical contienen en su ADN la clave para un fármaco con beneficios milagrosos para la humanidad.
Steven Spielberg demostró en 1993 que otro mundo audiovisual era posible con Jurassic Park. Una historia basada en el libro de Michael Crichton, que mezclaba aventura, terror y dilemas biotécnicos y éticos. Los dinosaurios tomaron el control y gobernaron la pantalla grande.

Una niña de esa generación que vio la primera película de la franquicia con apenas 11 años, hoy está protagonizando otra iteración. Estamos hablando de Scarlett Johansson, reina indiscutida de la acción luego de interpretar a Black Widow. Casi podría entenderse que esta séptima parte existe por ella.
Jurassic World: Renace no es una película fallida, pero comete dos errores imperdonables: no sorprende, y tiene graves problemas de efectos visuales en algunas secuencias. ¿Cuál era el apuro para estrenar tres años después un nuevo capítulo si no es con algo que sea disruptivo y tenga razón de ser contado?

Otros dos nombres pueden justificar este estreno, el del guionista David Koepp (responsable de la primera parte de la saga) y el del director Gareth Edwards. El responsable detrás de cámaras de Godzilla (2014), Rogue One (2016) y The Creator (2023) parecía reunir todas las características para revolucionar el dino-mundo.
Pero no fue tan así.
Primero, Jurassic World: Renace fuerza las relaciones con la primera trilogía en easter-eggs burdos y obvios, pero también imita situaciones ya vistas. Pone en imagen secuencias del libro original que nunca habían sido adaptadas, y trae conceptos que quedaron descartados para la tercera parte, pero esa mezcla no se vuelve consistente.

No estamos frente a una mala película. El ritmo y la puesta de cámara es correctísima, pero la construcción narrativa del mundo, y sobre todo la flojera en la definición de los personajes, le resta potencia. ¿Para qué armamos un mundo total en donde ahora los dinosaurios conviven con la humanidad si en la siguiente película avanzas en años y borrás esto de un plumazo?
Todas las situaciones de humanos conviviendo en sus hábitats con estos seres milenarios nunca lo terminamos de ver, y para el comienzo de esta séptima parte lo quitan del camino con un «no aguantaron». ¿La nostalgia por volver a las islas se volvió un corset para la narrativa?

Mientras, los personajes se vuelven peones en una estructura endeble que imita lo sucedido en Jurassic Park: The Lost World (1997), fuerzas paramilitares que tienen que atrapar dinosaurios o algo de ellos. Ninguno tiene más profundidad que «lo hago por dinero», ni siquiera lo que sucede con Mahershala Ali lo resuelve, por la poca participación y relevancia que tiene en los grandes momentos.
Y lo imperdonable: algunas secuencias tienen efectos visuales que son inferiores incluso a la original. Hay una secuencia en un río, que involucra a un T-Rex (que nunca se explica porqué está ahí, dado el verosímil de lo relatado) y que parece un juego de PlayStation con la composición rota. Los personajes parecen puestos de una pantalla verde directo. Ni hablemos de los planos desde lo alto de un pico, o los delfines del final…
Jurassic World: Renace funciona sólo desde la nostalgia, una aventura con seres que sólo imaginamos conocer. Los momentos terroríficos son los más efectivos, pero se pierden en un mar de arbitrariedades y falta de profundidad narrativa. Un entretenimiento vacío para tiempos ansiosos.
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