Una fábula con mucha hemoglobina
En una tendencia que parece repetirse y crecer, los viejos cuentos y los personajes de fábulas llegan al punto máximo de la parodia horrorosa: se convierten en protagonistas de una historia de terror. Esto le sucede a la niña del zapato de cristal en La maldición de Cenicienta, una adaptación que suma a Carrie y al Necronomicón a su ADN.
¿De qué va?
Cenicienta es una joven sencilla y hermosa que sueña con encontrar el amor y la felicidad. Desafortunadamente, su malvada madrastra y sus hermanastras la maltratan y abusan de ella a diario, sin que tenga forma de escapar de su crueldad. Sin embargo, cuando descubre un antiguo libro encuadernado en carne que puede invocar a un hada madrina, su suerte cambia. El hada madrina le concede un deseo a Cenicienta, y ella elige vengarse.
En las pantallas de cine estamos acostumbrándonos a ver como esos personajes que amábamos de pequeños comienzan a convertirse en máquinas asesinas con sed de sangre. Una suerte de hipervínculo con la sociedad en la que vivimos. Ahora nos toca verlo en la decente niña bullyneada por su madrasta y sus hijas.
En esta historia Cenicienta (Kelly Rian Sanson) vive con su madrastra (Danielle Scott) y sus dos hermanastras (Lauren Budd y Natasha Tosini). Su vida es un calvario, pero puede sobrevivir gracias a la compañía de Anja (Helen Fullerton) y Moritz (Frederick Dallaway), una señora y su hijo que ayudan en la casa.
Su padre desapareció, y ella es víctima de todo tipo de vejaciones. Las mismas van creciendo hasta el punto de no retorno.
La aparición de un Príncipe algo creído (Sam Barrett) será el faro de luz que necesita, luego de ser invitada al baile.
Pero en La maldición de Cenicienta nada es lo que parece, y todo forma parte de una suerte de venganza que solo busca herir a nuestra protagonista.
La historia termina siendo una suerte de relato a lo Carrie, con una gran secuencia final en donde nos regocijamos como espectadores luego de ver sufrir a la protagonista.
Louisa Warren, la directora, es una vieja conocida del mundo de las películas de terror de bajo presupuesto. Entre sus pergaminos hay mucha cantidad, pero no siempre calidad. En este caso, algunas búsquedas son interesantes, pero lo que se sale de su control es lo que afecta negativamente.
La mala leche de las situaciones a las que Cenicienta debe enfrentarse y la sumisión que debe adoptar son por lejos lo mejor de la película, teniendo en cuenta lo pasteurizado que se cuenta todo hoy.
Otro punto fuerte es el vestuario y el arte, con grandes vestidos y castillos.
La utilización de un libro maldito MUY PARECIDO al Necronomicón de Lovecraft para llamar a un hada madrina algo espectral es otro buen recurso. Y el humor que en lugar de tres ratas, la compañía sean tres demonios, también.
Pero no todo es color de rosas. A pesar de tener un buen trabajo en maquillaje y prótesis, la película tiene un enorme problema para mostrar las muertes y la sangre. Parece haber faltado el equipo de efectos prácticos, y la cámara escapa cuando se desarrolla alguna muerte.
Para peor, intentan solucionar ese faltante con efectos en post-producción de sangre, que al no estar bien trabajados se notan falsos.
Por otra parte, desde la fotografía se dejó todo como si se hubiese grabado en LOG (una manera de setear la cámara que toma mucha más información de altas y bajas luces, pero le quita color y contraste a la imagen para que se trabaje luego en edición) y se dejó así. Todo se ve gris y lavado, quitándole fuerza al arte.
La maldición de Cenicienta es un producto para los raza pura del terror, un motivo para disfrutar en pantalla grande de una historia de venganza, asesinatos, demonios y mucha (mucha) sangre.
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