La fiesta interminable
La nepo-baby definitiva, Zoë Kravitz, estrena su ópera prima demostrando una capacidad y lucidez únicas. Parpadea dos veces -donde oficia de directora, guionista y productora- es un thriller extraño e incómodo, donde brillan las actuaciones y nos inocula la pregunta: ¿hasta dónde puede llegar la inimputabilidad del poder?
¿De qué va?
Cuando el multimillonario tecnológico Slater King (Tatum) se encuentra con la camarera Frida (Ackie) en su gala de recaudación de fondos, nace la atracción. Él la invita a unirse con él y sus amigos en unas vacaciones de ensueño en su isla privada. Es el paraíso. Las noches salvajes se mezclan con los días bañados por el sol y todos la pasan genial. Nadie quiere que este viaje termine, pero cuando empiezan a suceder cosas extrañas, Frida comienza a cuestionar su realidad. Algo anda mal con este lugar. Tendrá que descubrir la verdad si quiere salir viva de esta fiesta.
El nepotismo, y sobre todo el cultural, es un tema en la agenda actual. La meritocracia en eterna discusión y el resquemor sobre quienes tienen la posibilidad de ascender en escalera mecánica, se convirtieron en temas calientes de las redes sociales.
Mientras que en Argentina eso se traduce hoy en el streaming y sus constantes discusiones, en las salas de cine apareció Zoë Kravitz para acallar traseros.
Parpadea dos veces es su primera película como directora, pero también participa como guionista y productora; y eso se traduce en una personalidad única y tangible.
Desde el guión, con una historia lineal y simple que va demostrando lo que se ocultaba a través del engaño. El “ah, al final era sólo esto” termina floreciendo en pequeñas sorpresas que habían sido sembradas de manera sutil.
Pero el sútil aroma de la flor roja nos envuelve y nos perdemos de esos indicios. Puede ser también el gran manejo de tiempos y focalizaciones.
La historia es un thriller de suspenso que parece tener cierta relación con el ocultismo, para mostrar algo más crudo y visceral.
El uso del arte, de los colores y por sobre todas las cosas de ciertos elementos narrativos muestra la capacidad de la directora de crear un universo propio.
El color rojo como significante de lo vil, la serpiente en constante lucha con el conejo y el disfrute como espacio de silencio son algunos de esos ingredientes.
Parpadea dos veces es una película incómoda. Por lo que se va descubriendo, y por cómo se pervierte el placer y el sentimiento de fiesta constante en una suerte de pesadilla de sumisión.
Y no sólo responde a un gran trabajo de guión, sino a las actuaciones. Channing Tatum demuestra una vez más sus capacidades, junto a la gran labor de figuras como Naomi Ackie, Adria Arjona, Geena Davis y Christian Slater, entre otros.
Precisa, incómoda, con un gran despliegue actoral y realizativo, Parpadea dos veces es un soplo de aire fresco en una cartelera algo cansina y repetitiva.
Zoë Kravitz comienza su carrera detrás de cámaras con el pie derecho. Habrá que seguirle la pista.
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