Se estrena un nuevo slasher argento en las salas
Limpiar el alma nunca fue tan sangriento en otra muestra de que el cine argentino independiente pretende, contra viento y marea, seguir contando historias divertidas cargadas de hemoglobina. Chicas que gritan ensangrentadas, un asesino suelto y el espanto de los mosquitos de Tigre en Masacre en el Delta.
¿De qué va?
Dos parejas viajan a una isla del Tigre para practicar un ritual de sanación new age. En su estadía allí, se desatará un frenesí de asesinatos sangrientos, pesadillas alucinógenas, y la guía espiritual del nefasto «gurú» local, interpretado por Walas Cidade, cantante del reconocido grupo de rock Massacre.
El cine argentino de terror está de parabienes. Hace algunos días celebrábamos el estreno en cines de Nadie va a escuchar tu grito, de Mariano Cattaneo, con un asesino enmascarado haciendo de las suyas en un barrio de Buenos Aires durante 1990. Y el apetito por la sangre continúa.

Masacre en el delta es la ópera prima de Facundo Nuble como director, aunque tiene una vasta carrera como Director de Fotografía en obras como Los Olvidados, Soy Toxico, La Chica más rara del mundo, y la ya mencionada Nadie va a escuchar tu grito. En esta oportunidad no abandona el vicio, y se encarga de la cámara y la fotografía también.
El marco la convierte en un experimento audiovisual, las islas del delta en Tigre son un espacio fuera del espacio. Se convierten en el paraíso de los narcotraficantes o en el lugar de descanso dónde ninguna tribulación puede ocurrir. Llegar sólo es posible con un barco, y una vez ahí no hay escapatoria. ¿Qué mejor inicio de película de terror que ese?

Nuble conoce el subgénero y sus reglas, y junto al guionista Emilio Agazzi desarrollan una historia clásica dónde el foco está puesto en definir bien a las víctimas, al asesino y al contexto. La búsqueda no está puesta en reinventar la rueda, sino en encontrar un marco adecuado para el festival de hemoglobina.
La figura de la heroína está puesta en Jimena Grandinetti, una cara conocida de la televisión por su paso como periodista, que acá logra construir una mujer de armas tomar, que no teme gritar fuerte y correr cuando la situación lo amerita. Su porte y carisma la hacen irresistible para la cámara, que cada vez que la toma la ilumina y hace imposible no quedarse con ella.

El gancho radica en la presencia del líder de la banda musical Massacre, Walas Cidade, que aprovecha su histrionismo y personalidad abrumadora, para construir una suerte de chamán chantún que termina siendo efectivo al dar toda la vuelta. ¿Busca ser buen actor o divertirse solamente? La segunda respuesta termina potenciando la primera, sosteniendo un registro exagerado pero que marida con lo que se cuenta.
La sangre, los lugares elegidos y por supuesta la fotografía son los puntos más potentes de Masacre en el delta. Facundo Nuble sabe lo que quiere, entiende que el contexto ayuda y conecta esta obra con los clásicos del slasher como Jason Voorhees (bueno, salvo cuando va a la ciudad o al espacio). Los planos abiertos, con una luz amarillenta y un tratamiento de color especial, consiguen crear un universo por sí mismo.

Luego de su paso por diversos festivales, entre los que se encuentran el BARS -dónde se llevó la estatuilla del voto del público con un puntaje abrumador-, ahora busca encontrar un público distinto, el de las salas comerciales, ávido de historias de terror pero que no siempre encuentra algo con sabor argento.
Masacre en el delta no pretende más que ser un homenaje al cine que nos vio crecer, eligiendo ese VHS en el videoclub, donde una mujer era asesinada por algún enmascarado vengativo que parecía no tener final. Lo que suma es su argentinidad, la cruel realidad que nadie está a salvo. Ni siquiera cuando te vas a un retiro espiritual a las islas del Tigre.


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