¿Todo tiempo pasado fue mejor?
La versión live action de El rey león consigue una secuela / precuela que olvida las secuelas de la original animada, pero las homenajea. La historia de origen de Mufasa, el padre de Simba, y el futuro del nuevo reino. Es hora de volver al lugar que siempre ilumina el sol en Mufasa: El rey león.
¿De qué va?
Rafiki es el encargado de transmitir la leyenda del inesperado ascenso del amado rey de las Tierras del Orgullo presentando a un cachorro huérfano llamado Mufasa, un simpático león llamado Taka, heredero de un linaje real, y su viaje junto a un extraordinario grupo de excluidos.
Cuando Jon Favreau revivió el mito de Simba en 2019 nadie esperaba que continuara en una secuela. Pero el mundo de las franquicias está más vivo que nunca, y nos mete de lleno en la historia de origen del padre del nuevo rey.
El director Barry Jenkins decidió disfrazar de secuela a una precuela (o al revés). La historia en un principio se centra en Kiara -la hija de Simba y Nala-, que queda sola en el reino cuando sus padres van a parir en la lejanía.
La historia recoge elementos de la segunda y tercera parte de la historia animada original. Por un lado mostrando el futuro de la hija de Simba, y por el otro con la reinterpretación de una narración en manos de Timón y Pumba. A esto, se suma el reconocido Lin-Manuel Miranda con nuevas canciones originales.
En medio de una tormenta, Rafiki y el par de humoristas (que no sólo se encargan de darle el toque de comedia, sino que rompen la cuarta pared todo el tiempo) aprovechan para contar la historia de origen del patriarca del reino que falleció por una estampida y una traición.
Traición que es de lo más flojo de la narrativa, ya que Taka -que se convierte en hermano postizo de Mufasa- acompaña al protagonista todo el tiempo, hasta traicionar y recibir una cicatriz en la cara. Cicatriz se dice Scar en inglés. Bueno…
A nivel visual Mufasa: El rey león es deslumbrante. Luego de una mala experiencia con el apego «realista» del primer experimento, aquí los personajes tienen expresiones similares a la animación, pero sin olvidar su faceta más animal. Los colores, las texturas y el agua (elemento vital de la historia) son de una calidad superior.
El gran problema radica en la narrativa. La historia no genera ningún tipo de tensión porque al ser una precuela nada puede sorprender. Eso podría haberse solucionado con una profundización en el vínculo de «los hermanos» o en la historia de Kiara, pero la película no explota eso.
Todo es obvio y desordenado. El recurso de que todo sea una anécdota contada por Rafiki hace que las cosas se sucedan de manera arbitraria y antojadiza. Con volver al presente ya está todo listo para ir a donde querramos del pasado. Y con esa falta de encadenamiento, el relato queda caótico y sin desarrollo.
Mufasa: El rey león mejora lo gráfico de su antecesora, pero al quedar atrapada entre una precuela-secuela la historia se resiente haciendo que todo sea correcto pero monótono. Ni las canciones, ni el final (que debería emocionar) terminan de emocionar. ¿Un mal de época?
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