Llega a Star+ un drama romántico, extraño e hipnótico

Hay historias de amor que duran toda la vida, y hay otras que llegan a curar el corazón en un momento muy específico. A veces las esperamos con los brazos abiertos, y otras llegan cuando menos las vemos venir. Todos somos extraños recorta un momento, un lugar, un amor… y lo adereza con extrañeza. Se puede encontrar en Star+ desde ayer, 24 de abril.

¿De qué va?

Adam (Andrew Scott) tiene un encuentro casual una noche, en su torre de departamentos casi vacía en el Londres contemporáneo, con un misterioso vecino, Harry (Paul Mescal), que rompe el ritmo de su vida cotidiana. A medida que se desarrolla una relación entre ellos, Adam se preocupa por los recuerdos del pasado y se siente atraído de vuelta a la ciudad suburbana donde creció, y al hogar de su infancia donde sus padres (Claire Foy y Jamie Bell), parecen estar viviendo, tal como estaban el día en que murieron, 30 años antes.

Andrew Scott y Paul Mescal están en un gran momento de su carrera. ¿Qué mejor que unirlos bajo una historia? ¿Y si es romántica? ¿Y si ellos dos son los protagonistas? Ya sólo con eso, se completarían los casilleros para un posible éxito.

Pero la película, dirigida y escrita por Andrew High, ofrece algo más.

Todos somos extraños puede explicarse como una historia de amor. Mientras que Adam (Scott) vive en su mundo, aislado en un edificio casi vacío, se cruza (casi por obra del destino) con Harry (Mescal). La química entre los dos es instantánea, palpable y… calurosa.

Harry sabe lo que quiere y lo busca, mientras que Adam se deja guiar re-encontrándose con un mundo que creía olvidado. La corporalidad al poder.

Y mientras Harry parece moverse siempre en el ámbito de ese edificio, Adam está en un camino de descubrimiento personal. Cómo escritor, debe conectar con su niñez, para poder juntarse con sus padres y poder conversar sobre su presente desde el pasado.

Sus padres, que responden a una lógica de generación pasada, tan felices pero llenos de inseguridades, conservadurismo y barreras, comienzan una relación con su hijo -ahora adulto- que los ayudará a conocer todo lo que se perdieron.

La fineza interpretativa de Claire Foy y Jamie Bell para dar vida a personas fuera de su tiempo, empatan en presencia la menor cantidad de tiempo que tienen en pantalla.

Todos somos extraños es también una tesis sobre el perfil del escritor, y el infierno para llegar a conectar con eso que se esconde dentro de la página en blanco. Adam se expone a sí mismo para dar vida a su texto, y lo hace con valentía y arrojo.

Poco importa si sus padres lo juzgan por su decisión sexual, él no deja de ofrecerse real y puro.

Entrega a un proceso que, cómo todo fuego sagrado, lo dejará a un paso de la inmortalidad literaria.

Harry esconde mucha tristeza en su sonrisa. El personaje podría ser una versión alternativa de su Calum en Aftersun. No quiere dejar de amar, no quiere perder oportunidad, sabe que la vida hay que vivirla al máximo.

Mientras a su alrededor, el edificio que ambos habitan parece encerrarse en sí mismo como en una suerte de Casa Tomada, de Cortazar. Las alarmas, los colores, los pisos inhabitados… todo termina configurando un espacio anormal para una historia de amor tan natural como extraordinaria.

Tan extraordinaria, que aunque haya durado poco tiempo va a existir para toda la eternidad.