Eso no es todo, amigos
En tiempos de algoritmos, aparece una obra audiovisual que nadie pidió. Pero necesitábamos. Una película animada con slaptick para niños, pero chistes con doble sentido para adultos. Protagonizada por personajes clásicos, pero reverdecidos. El día que la tierra explotó. Una película de Looney Tunes.
¿De qué va?
Cuando un error en la fábrica local de chicles los pone en el centro de un siniestro complot alienígena de control mental, Porky y Lucas se convierten, sin quererlo, en los únicos héroes capaces de salvar la Tierra… o al menos intentarlo sin volverse locos entre ellos.
A veces aparecen milagros. Películas que no buscan seguir la tendencia del momento (tendencia que al ser el cine costoso y trabajoso, siempre llega tarde) y que sólo desean contar una historia, divertir o emocionar. El día que la tierra explotó. Una película de Looney Tunes, con sus luces y sombras, es un ejemplo de eso.

Apalancada desde el cine de ciencia ficción de los sesenta (su título hace referencia al clásico El día que la Tierra se paralizó, que fue remake con Keanu Reeves también), y completamente auto-consciente de su historia animada con los Looney Tunes, esta rara avis de 90 minutos intenta unir a abuelos, padres e hijos bajo el mismo paraguas.
Seguramente fracase en taquilla. No busca vender. Es un ejercicio de nostalgia y chistes que van desde lo maravilloso a lo más estúpido. Es la ruleta del slapstick (subgénero dónde se hace hinchapié en lo físico, con referentes en Buster Keaton o Chaplin), dónde una humorada puede parecer una gema o una risotada que tiene como público objetivo a un nene de 4 años.

La animación, más arraigada a la estética original realizada a mano (que recuerda mucho a Who framed Roger Rabbit?) se convierte en un deleite nostálgico en tiempos de CGI. Si a eso se le suma un efecto gráfico similar a Ren & Stimpy en los primeros planos, tenemos una gran experiencia para los mayores de 30 años.
La historia, una suerte de invasión alienígena old school con una clara bajada de línea contra el consumismo y las teorías conspirativas, se despega de lo actual mostrando un mundo menos amarrado a la digitalidad y más conectado con el milkshake y los valores tradicionales estadounidenses de hace varias décadas.

Esto le da algo de universalidad al relato, como una suerte de línea dibujada en la arena del consumo, dónde la película se despega de lo efímero e intenta gritar «esto no es Tik Tok, esto va a durar un poco más». Lo dicho anteriormente: El día que la Tierra explotó va a fracasar en taquilla, pero va a convertirse en un clásico.
La dupla de Porky y Lucas se siente natural y eterna. Cómo una suerte de Tonto y Retonto universal: aunque hacía mucho no los veíamos, siempre estuvieron con nosotros. Pero a la vez se acomoda a estos tiempos, exagerando rasgos y reconvirtiendo otros para darle más carnadura a lo que se cuenta. La adición del personaje de Petunia suma mucho.

El día que la tierra explotó. Una película de Looney Tunes es un milagro. Un oasis inexplicable. Una historia que nadie pidió, con una estética que casi todo el mundo olvidó y con personajes que se habían dejado en el fondo de un armario. Pero sin olor a naftalina.
Y funciona. A pesar de apuntar a varios nichos al mismo tiempo, funciona. Si pueden, disfrutenla en pantalla grande, no sabemos cuando volveremos a tener una oportunidad así.
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