Emilia Pérez: la falta de cortesía en la tolerancia

por | 24-01-2025 | Cine, Reseñas | 0 Comentarios

Una derrota en la batalla cultural

El cine existe para retratar, incomodar, despertar emociones o construir puentes. Desde la creación de los relatos, nos configuramos como sociedad narrándonos, intentando comprender el mundo que nos rodea. Y a veces sale mal, como en el caso de Emilia Pérez.

¿De qué va?

En el México contemporáneo, la talentosa pero infravalorada abogada Rita se encuentra atrapada en una rutina sofocante trabajando para una firma que prefiere encubrir crímenes antes que hacer justicia. Todo cambia cuando recibe una oferta insólita de Juan «Manitas» Del Monte, el peligroso líder de un cartel que quiere dejar atrás su vida de violencia y finalmente convertirse en quien siempre ha soñado ser: una mujer.

No, no vamos a criticar el español de Selena Gomez, ni hablaremos de su pinche vulva. Vamos a problematizar sobre la oportunidad desperdiciada de Emilia Pérez en tiempos de LA batalla cultural.

El concepto de la otredad se discute hace siglos. La idea de entender que existen otros, que son diferentes -o peligrosamente similares- nos pone en la incomodidad de entender que no somos una isla.

Cómo seres humanos evolucionamos y a través del raciocinio conformamos nuestras sociedades y culturas, y cuando algo nuevo aparece solemos ponerlo en términos de evolucionados o involucionados. Pasó con la invasión europea a América durante el siglo XV, y pasa hoy con ciertos países de latinoamérica.

Emilia Pérez, quizás sin buscarlo, se convierte en una justificación a la involución latinoamericana frente a otros países del mundo.

Imaginen a un alemán realizando un musical sobre los desaparecidos de Argentina, en donde Rafael Videla se alía con Victoria Villarruel para hacerse un cambio de género, para acto seguido sentirse culpable por las miles de personas que arrojó al mar atados de pies y manos.

Y que la película lo reivindique desde ese lugar de culpa.

Jacques Audiard, el director francés de la película, nunca viajó a México. Desconoce del tema, desconoce la idiosincrasia y el idioma del lugar que retrata. Es un europeo hablando de latinoamérica como inferiores desde la otredad de la ignorancia.

Si hubiese realizado una obra exagerada, grotesca o desvergonzada, otra hubiese sido la recepción. Hay una extraña unanimidad (en tiempos de binarismos extremos) en la molestia hacia la búsqueda. Algunos cayendo en lo simplista -la falta de conocimiento del español de una de sus protagonistas- y otros yendo demasiado al sobre-análisis.

Si se busca encontrar un resquicio moral para cambiar el mundo a través del arte, hay que conocer el símbolo que se utilizará como vector de contagio. Sino, la marea de regreso se comporta como un tsunami de odio que termina perjudicando aún más a los objetos -ya profundamente- estigmatizados.

Hoy hay un grupo muy ruidoso con acceso a una voz que antes tenía menos repercusión, con ganas de hablar de lo mal que está que existan personas trans, que los mexicanos son todos narcotraficantes o que las mujeres son todas mentirosas. El racismo como forma de vida.

Emilia Pérez tiene momentos musicales con buenas búsquedas visuales, pero las canciones al haber sido escritas al inglés y traducidas con Google Translate, no respetan métrica, cadencia, sentido, o musicalidad. ¿Cuánto costaba contratar a un perfil experto que las adapte? La soberbia como modo de acción.

Karla Sofía Gascón y Zoe Saldaña, hacen lo que pueden mientras que Selena Gomez aparece poco. La brújula moral averiada del director hace que dejemos de empatizar con ambas protagonistas, mientras que el resto del elenco aparecen y desaparecen como piezas de baile de un burdel exagerado y obvio.

Emilia Pérez con todas sus nominaciones termina dándole de comer a una minoría ruidosa «anti-woke» que encuentra en este adefesio moral un espacio para canalizar todas sus crapulencias. Demostrando también, lo poco que trabaja el jurado en su búsqueda audiovisual. Ni olvido ni perdón.

Etiquetas

Compartir en las redes

Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×