Ferrari: la ordinaria vida de alguien extraordinario

por | 09-02-2024 | Cine, Reseñas | 0 Comentarios

La velocidad de la recta final

Michael Mann vuelve a las pistas. Un director que se acomodó siempre a las nuevas tecnologías y que se siente cómodo en diferentes géneros. Acá con una triada actoral potente conformada por Adam Driver, Penélope Cruz y Shailene Woodley, relata la historia de la carrera por el control de la Fórmula 1 en la década del cincuenta. Este es un relato sobre una parte de la vida de Ferrari.

¿De qué va?

Durante el verano de 1957, detrás del espectáculo de la Fórmula 1, el expiloto Enzo Ferrari (Adam Driver) está en crisis y la quiebra amenaza su fábrica automotriz que diez años atrás construyó junto con su esposa Laura (Penélope Cruz). El volátil matrimonio de Enzo también ha sido afectado por la pérdida de su hijo Dino y el reconocimiento de un hijo nacido fuera del matrimonio, Piero, concebido con Lina Lardi (Shailene Woodley). Enzo deberá enfrentar algunos puntos de inflexión como la presión financiera para aumentar la productividad, lo que significa ir en contra de su antiguo deseo de producir solo autos de carrera. Mientras tanto, la pasión de sus pilotos por ganar la traicionera carrera de 1.000 millas a través de Italia, la Mille Miglia los empujará al límite.

Hay algo en las historias reales que atraen, la capacidad de ver algo que fue extraordinario para una generación pero que en realidad descansa en lo que podría ser nuestro día a día ordinario. Y Ferrari no es la excepción.

No es necesario ser amante de las carreras para entrar en la historia. Luego de una secuencia que re-crea el registro que se realizaba antaño de las pistas y sus vehículos (de una factoría bastante pobre) todo es drama familiar y burocrático.

La pimienta italiana es el ingrediente que eleva las discusiones y las intrigas a una nota un poco mayor. La exageración de Cruz -junto a su inglés precario- le da verosímil a una actitud altanera e irrespetuosa, siempre en el límite de los gritos y un poco más.

Algunas discusiones entre Enzo y Laura parecen sacadas de Esperando la Carroza, aunque acá van un poco más allá y disparan un arma.

Ferrari toma un momento de quiebre en la vida de su creador. La competencia con otras marcas para llegar al mejor tiempo en realizar una vuelta y un cambio de paradigma en el espectáculo de la Fórmula 1 ponen a Enzo en una encerrona incómoda.

Adam Driver encarna esa confusión y sensación de ser un pez fuera del agua. Un pez que era el rey del estanque.

Y cómo toda prueba, las consecuencias de forzar la física de equipos en velocidad va a traer muchos malos tragos para Ferrari y todo su círculo.

Lina Lardi (Shailene Woodley) viene a mostrar la parte oculta del patriarca. Una amante oficial, que crió un hijo a las sombras de la esposa de Enzo pero que casi todo el resto de la población del pueblo conoce.

Lina es alguien que espera. Y siempre lo hizo. Es bondadosa, joven, bella y leal.

Pero sigue a las sombras.

La competencia corporativa y los problemas financieros van a poner a prueba la relación hacia límites desconocidos. Lo de Woodley ya no es sorpresa, logra ser efectiva y certera con lo que busca comunicar y siempre anteponiendo una angelada personalidad, con algo de fuego escondido.

Los problemas financieros comienzan a llevar hacia la mitad del relato a Ferrari hacia una zona más cercana a Succession que a una biopic histórica. ¿Qué puede pasar entre un hombre preocupado por una industria que lo fagocita, una esposa que lo detesta y una amante que quiere que su hijo lleve su apellido?

Cada uno de esos elementos convergen en una prueba final: la Mille Miglia, una batalla en cuatro ruedas de mil millas en donde todo se pone de manifiesto. La templanza de sus pilotos (de los que conocemos poco para su potencialidad), la tecnología de Ferrari y la apuesta de Enzo.

Un drama familiar con tintes de conspiración corporativa que se equilibra por el buen hacer interpretativo de sus figuras.

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Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

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