«Dragon Ball Super», todo cambia para seguir igual

por | 05-04-2018 | Animación, Cultura Pop, Reseñas | 0 Comentarios

En Marzo de 2018, y luego de 131 episodios (casi) ininterrumpidos, finalizó el camino de un nuevo capítulo en la vida de Son Goku, el saiyan(jin) que todos supimos amar.
La apuesta fue arriesgada: luego del clásico atemporal que fue Dragon Ball Z llegó Dragon Ball GT, una serie que arrancó como comedia (siguiendo los pasos del inicio de Dragon Ball) y que terminó en (¡sorpresa!) peleas interminables con los límites del poder como desafío. GT no terminó de gustar en el fandom, creando una grieta entre los que la detestan y los que la aman. No olvidemos la edición de Dragon Ball Kai, que adaptaba las primeras dos sagas de Dragon Ball Z, con animación renovada, Full HD y sin los agregados de historia.

Habilitame el pelo rosa

En 2013, el virus volvió a emerger en forma de película: se estrenaba en cines (¡y mundialmente!) Dragon Ball Z: La batalla de los dioses, un relato temporalmente ubicado luego de la saga de Majin Boo, que borraba de un tirón la historia de GT. ¿La historia? Una excusa para ver un nuevo estado de poder: el Saiyajin God, un estado al que Goku llega para enfrentar al Dios de la Destrucción (Beerus), uniendo su poder con el de todos los saiyajins en la Tierra. Una narración algo desordenada, con muchas dosis de humor e idiosincrasia oriental (los dioses aman la comida oriental terráquea, por ejemplo) que sirvió para poner a Dragon Ball en el centro de la escena nuevamente, llevando a una nueva película, un nuevo manga y una nueva serie animada.

El regreso menos inesperado

En 2015, el regreso del villano con nombre de refrigerante, Freezer, golpeaba la pantalla de los cines con una historia directo a la nostalgia: Dragon Ball Z: La resurrección de Freezer. Con una explicación muy apegada a los comics, la banda intergaláctica del dictador interplanetario lo regresaba a la vida a través de las bolas del dragón al pequeño asesino de cola larga. Y no solo eso, Freezer tiene también (¡sorpresa!) una transformación que lo convierte en dorado. Mucha pelea, el regreso de Son Gohan (hijo de Goku) a la palestra luchadora, la superación del trauma de Krilin (que fue asesinado en el pasado por F) y lo más importante: las primeras muestras del nuevo poder de Vegeta, que lo pone a la par o por encima de Goku son algunas de las cosas que este largometraje trajo a la pantalla, mientras el universo de Dragon Ball estrenaba serie nueva.

Un nuevo comienzo

Mientras el artista Toyotarō edita el manga de Dragon Ball Super, adaptando la historia de Akira Toriyama (que actualmente tiene 33 capítulos y 5 volúmenes); Toei Animation hace lo propio  con una serie animada que arrancó en Japón el 5 de julio de 2015, por Fuji TV. La serie arranca adaptando la primera película, y luego… la segunda, en un movimiento que los fanáticos no perdonaron (sobre todo teniendo en cuenta la animación muy por debajo de la calidad que este tipo de productos requiere).

¿Lo bueno de la nueva serie? El agrandamiento del universo, literalmente, con la aparición de nuevos Dioses y «ángeles» más las nuevas Esferas del Dragón, llamadas Súper Esferas, que tienen el tamaño de un planeta y le dan el nombre a la serie.

La evolución del personaje de Vegeta, siendo más metódico y responsable en su entrenamiento (con el contraste del vago incomprendido de Goku), y la aparición de una nueva hija (que nos acerca a lo contado en GT), son los elementos más interesantes de las primeras sagas.

Pero luego… el caos. La vuelta de Trunks desde el futuro con un mundo (¡sorpresa!) al borde del apocalipsis, da vida a una de las sagas más bizarras y sinsentido del mundo DB. Un Dios de otro universo que decide usar el cuerpo de Goku para transformarse en Goku Black y borrar de un plumazo la existencia toda, poderes que no tienen nada que ver, idas y vueltas en el tiempo, más un Deus Ex Machina final que es una cachetada en la cara para todos los fanáticos convierten a esta saga en algo más olvidable que GT.

La solución final

Ni lentos, ni perezosos, los creadores de la serie decidieron ir a lo seguro en su última saga y entregar a los fanáticos lo que buscaban: UN TORNEO DE ARTES MARCIALES, ¡PERO AHORA ENTRE 8 DE LOS 12 UNIVERSOS CONOCIDOS!

Ah, si. Olvidé de contar: la historia que se desarrolló hasta esta parte se dio en el Universo 7, de donde Beerus es su Dios de la Destrucción. Pero existen once universos más (en un principio eran 18, pero El Rey de Todo -la máxima deidad- los destruyó durante un berrinche), y ocho de ellos serán parte de una batalla campal para dejar un sólo universo en pie. ¿El resto? A las oscuras fauces del olvido.

Cada universo arma un equipo de 10 luchadores, que deberán cumplir varias reglas: es un tipo de batalla todos-contra-todos, gana el universo que tiene más luchadores una vez finalizado el tiempo, o el universo que tenga al último luchador en pie.
¿Del lado de nuestro universo? Son Goku, Son Gohan, Vegeta, Kame Sennin, TenShinHan, Krilin, Androide 18, Piccolo y dos sorpresas: Androide 17 (vive en una isla cuidando animales y tiene una hermosa familia) y ¡Freezer!, que fue rescatado del infierno por un día para participar del torneo prometiendo su resurrección.
¿Del resto de los universos? Un espectáculo de 70 luchadores de todo tipo y color entre los que se destacan: Brianne del Universo 2, Paparoni del Universo 3, Ganos del Universo 4, Caulifla y Kale del Universo 6, y Dispo, Toppo y Jiren del Universo 11.

No vamos a spoilear el final, pero la recorrida durante 54 episodios de esta última saga tiene todo lo necesario para la épica que todos los fanáticos de Dragon Ball buscan. Una nueva transformación de Goku llamada la Doctrina Egoísta (mucha onda) y la animación hacia el final de la serie (sobre todo las peleas con Jiren) deja un buen sabor de boca para una serie bastante irregular, que para el final nos recordó porqué amamos a Goku y compañía.

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Elian Aguilar
Escritor, cineasta, fanático de los comics, las peliculas y las series. Geek desde temprana edad, cuando descubrí que los kryptonianos podían morir y que existía la alegría a 24 fotogramas por segundo. Coleccionista acérrimo que no mide el espacio de sus colecciones. La revista Cine Fantástico y Bizarro me hace feliz y el Festival de Cine de Género Buenos Aires Rojo Sangre es mi lugar en el mundo.

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