No es Peter Lanzani, es Pennywise
Hace algunos años la película facho-conservadora 4×4 (del mismo riñón que El Ciudadano Ilustre) llevó la discusión sobre el rol de la legítima defensa a las redes sociales argentinas. ¿Quién hubiese imaginado años después que aparecería una remake en EE.UU. con Anthony Hopkins y Bill Skarsgård? Esto es Encerrado.
¿De qué va?
Del productor Sam Raimi, este thriller de terror sigue a un ladrón (Bill Skarsgård) que irrumpe en el auto equivocado y se convierte en presa de su vengativo dueño (Anthony Hopkins). Eddie enfrenta un juego mortal de supervivencia, donde escapar es una ilusión y la justicia pisa el acelerador.
La cuestión de la inseguridad y el sesgo social que eso implica es una conversación global. Y Encerrado es una muestra de ello. ¿Se puede hacer una remake de una película claramente gorila, con un espíritu del wanna-be-porteño que cree que es más de lo que es y por eso está encima de la ley? Bueno, si.

Estados Unidos no es la panacea capitalista que nos quieren hacer creer, la desigualdad social y económica, sumado al flagelo de la droga -como es el caso del fentanilo- hace que zonas como Los Angeles parezca más una distopía del fin del mundo que una playa a visitar.
A partir de eso, la posibilidad de hacer verosímil una remake de 4×4 se vuelve una realidad. Estamos viendo la misma matriz, pero adaptada a una sociedad extrañamente (y pesadillescamente) similar. No hay necesidad de andar diciendo «boludo» a cada rato o hablar sobre Boca Jrs, los tropos están ahí y la narrativa los ordena.

Encerrado sigue funcionando como una crítica a un sistema visiblemente quebrado, en donde la sociedad toda decide fingir demencia y seguir resistiendo el día a día. El personaje de Eddie Barrish (Bill Skarsgård) tranquilamente podría convertirse en una victima más del conurbano, intentando darle de comer a su hija y sufriendo en el tren o en viajes kilométricos en colectivo.
Mientras que su némesis William (Anthony Hopkins) sí responde a un arquetipo más exagerado y pasado de revoluciones para ayudar al desarrollo del conflicto. Una mezcla de Mengele con torturador de mente fría y pasado «presuntamente» descorazonador. Mientras que el primero lleva adelante toda la historia con fineza y entereza, el segundo aporta la mística con su voz.

Pero quien logra que todo funcione es David Yarovesky, el director. Una persona que viene de dos películas de tinte fantástico efectivas: Brightburn y Nightbooks. Se lo nota inteligente en las decisiones, y capaz de explotar al máximo con las cartas que le tocan.
A pesar de que todo se desarrolla dentro de un rodado, el fuera de campo de la ciudad está siempre presente y permite respirar ante tanto encierro. Su L.A. nocturna se parece mucho a la Collateral de Michael Mann. La capacidad para switchear entre el adentro y el afuera con buen tino y ritmo la convierten en un gran producto audiovisual.

Encerrado es un gran ejercicio de guión y de formas. Es la muestra que una adaptación es posible atendiendo a los nudos narrativos que hacen al ADN propio de lo que se quiere contar. Con un buen montaje y diálogos cortantes, se apoya en la labor interpretativa del Skarsgård que más pista pide ultimamente, y en la épica de Hopkins.
No es una coronación de gloria como tal, sino una muestra que además de nuestros problemas como sociedad, la inseguridad y el miedo, las vaquitas también son ajenas.
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