El fin de una era
Luche y vuelva, Tom Cruise decide ¿finalizar? su derrotero como Ethan Hunt en un mastodonte de casi tres horas que tiene altas dosis de acción y una conexión con las anteriores, para cerrar un círculo de casi 30 años. Misión Imposible: La sentencia final.
¿De qué va?
El agente Ethan Hunt continúa su misión de impedir que Gabriel controle el tecnológicamente omnipotente programa de IA conocido como «la Entidad».
Pasa el tiempo, inexorable. Salvo para él, el héroe de acción definitivo: el actor y productor Tom Cruise. El cientólogo definitivo labró una carrera basada en la pericia como doble de riesgo, y en ser el motor a sangre para que el cine siga siendo lo que es: un espectáculo.

Pero saber decir adios es crecer, y todo concluye al fin. Y al amanecer de la octava entrega de la saga Misión Imposible, llegamos al final. Una franquicia con estéticas diferentes de acuerdo a su director, pero que a partir de la quinta parte descansó en Christopher McQuarrie (el mismo de Jack Reacher) para llevar la batuta.
Asi, Cruise se aseguró tener el control creativo completo, sin un director (con tanta personalidad como él) que lo desafíe. Y allí comenzó una cierta repetición -seguida de una anabolización en espectacularidad- que fue desgastando a la saga. Una de las más longevas del entretenimiento.

Originalmente, esta era una segunda parte y continuación directa de la séptima iteración. Pero como los números no fueron los esperados, se borró la «parte 1» de la anterior y se renombró «La sentencia final» a este cierre.
Continúa directamente de la anterior, pero intenta -como una suerte de uroboro cinemático- conectar con las anteriores. Olvidando a varias, pero realzando otras… como la tercera parte, dirigida por J. J. Abrams. Luego de casi una treintena de años la memoria es frágil, así que tenemos sendos flashbacks explicativos que destruyen un poco el ritmo.

La acción es completamente espectacular. Continua, nos lleva de un lugar a otro sin parar: desde lo más profundo de la Tierra, al cielo. El espacio es el límite… aún.
Simon Pegg demuestra su excelencia, siempre alejado del reflector, componiendo al sidekick definitivo que tiene su recibida definitiva. Ving Rhames le pone corazón, y Hayley Atwell sangre fresca (con la química apagada). Pom Klementieff es otro personaje que crece mucho de su anterior aparición. Hay muchas participaciones, en un elenco espectacular que falla en un villano a la medida.

Porque… ¿cómo enfrentas a una IA que todo lo puede? Esai Morales termina desdibujado como el Harbinger de La Entidad, pero ahí es donde Tom Cruise se pone al frente. Se pone demasiado al frente, como si su ego le hiciese olvidar su edad, y la necesidad dramática de darle un conflicto a un personaje para que se desarrolle con luces y sombras.
Ethan Hunt es prácticamente inmortal en esta entrega. Casi de manera exagerada e infantil. Debemos empatizar, pero sabemos que pase lo que pase, nada va a fallar. Y además, sus escenas para demostrar que realiza sus propios stunts se vuelven largas en extremo, destruyendo el ritmo. Mientras que la realidad es que sin su equipo, sería Imposible; el héroe siempre es colectivo.
Igualmente, Misión Imposible: La sentencia final es una experiencia para vivir en pantalla grande, en la pantalla más grande que se pueda. Para ser parte de una manera de ver el cine, donde los buenos siempre ganan no importa quien se ponga enfrente, y lo hacen de la manera más espectacular que exista. Al estilo Ethan Hunt, al estilo Tom Cruise.
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